Despertar del «patriarcapitalismo»

No se puede despertar de la pesadilla patriarcal sin hacerlo al mismo tiempo de la pesadilla capitalista, del «patriarcapitalismo.»

En estos días, ha quedado de nuevo en evidencia que este sistema, que ha subsistido a costas de la destrucción de la biosfera y la explotación inmisericorde del ser humano, está llegando a sus límites.

El distanciamiento social producto de la pandemia, favorece que muchas personas podamos reflexionar sobre otras posibilidades de actuar económicamente. (Al mismo tiempo que muchísimas otras están poniendo toda su atención en qué van a comer mañana ellas y sus familias).

Hablo de actuar económicamente porque esto, más que del afán enfermizo y compulsivo de lucro del gran capital, depende en última instancia de nuestros hábitos de consumo.

Por ejemplo, de reflexionar sobre principios como la propiedad compartida, las redes de cooperación solidarias, la economía local y regional, el comercio justo, el compromiso social para la igualdad y la sostenibilidad.

Reconsiderando conceptos como financiación, producción, comercialización y consumo, visto como un medio y no como un fin.Y con base en esto, cómo construir formas de vivir alejadas del estrés y el sinsentido propios de la búsqueda del poder y el estatus económico.

En las que haya tiempo para reencontramos a profundidad con nosotr@a mism@s y con nuestro entorno total, y desde allí empezar a construir una sociedad en la que la ilusión de vivir de forma digna y plena deje de ser una utopía.

COVID-19: Imagino a nuestro planeta desde el Espacio…

Imagino ver a nuestro planeta desde el espacio, y que unas manchas rojas que se van haciendo cada vez más grandes en diferentes partes, representan la expansión de la pandemia.

Desde aquí no se distinguen fronteras, ni ideologías de ningún tipo, y resulta tan poco creíble que, entre tanta riqueza y diversidad, predomine ahí una forma de vivir basada en la acumulación y el desprecio por la vida.

Que las vidas de sus habitantes giren en torno de la premisa de la superioridad de un sexo sobre el otro, y de las diferencias entre seres que desde aquí se ven tan pero tan similares.

Desde afuera se ve como un solo mundo, una sola tierra y un solo mar.

Me asombra cómo nos hemos perdido tanto, cómo hemos olvidado nuestra profunda vinculación con el planeta y sus ciclos, la asusencia de la capacidad de reconocer nuestra hermandad como humanidad.

Yo veo un solo planeta, y me conmueve darme cuenta de que a pesar del narcisismo y la prepotencia que nos caracteriza, nos necesitamos profundamente.

Primero de abril: votemos en defensa de nuestro país

Luego de semanas de posiciones encontradas y fuertes ataques como parte de esta segunda ronda electoral, en los últimos días han estado viniendo algunos recuerdos a mi mente. Por ejemplo, el Mundial de Fútbol de Brasil, cómo ante los triunfos de la Selección nos abrazábamos en plenitud de orgullo patrio y una sensación de identidad y unidad como costarricenses; sin importar quien fuera la otra persona, su religión, clase social o su partido político.

Además, de las veces que nos ha tocado enfrentar emergencias por causa de fenómenos naturales como terremotos, huracanes o tormentas. De cómo nos nace con tal fuerza ese sentimiento de solidaridad que nos hace movilizarnos con tal de ayudar a quienes sufren más afectación, para que no les falte nada, para mantener su dignidad intacta; sin importar su etnia, nacionalidad o sexualidad.

Estas elecciones nos han permitido ver con claridad otras facetas de nuestra idiosincrasia. Esto, sin duda alguna, debe ser tema de análisis permanente y de toma de decisiones para la agenda social de este país, particularmente de la ciudadanía que queremos construir de ahora en adelante. Nuestra sociedad discrimina, niega derechos, impone la voluntad de la mayoría sobre las minorías, acepta cuando le dicen que hay personas y familias de primera y segunda categoría, no entiende de los rudimentos de la convivencia ciudadana en un sistema democrático ni para qué sirve o cómo funciona la Corte Interamericana de Derechos Humanos.  Una gran parte no sabe reconocer cuando enfrentamos un peligro.

Uno de los partidos políticos que puede llegar al poder es de corte neo pentecostal, una postura reconocida por su machismo, su ímpetu autoritario e impositivo, y por ser impulsada en Latinoamérica por grupos muy poderosos económicamente para, mediante el mercadeo de la fe y la teología de la prosperidad, sumar masas de personas a la lógica del capitalismo neo liberal, cuyas políticas económicas empobrecen aún más a quienes menos tienen. Su modus operandi es un atentado contra la dignidad del ser humano. ¿De qué no serán capaces una vez en el poder?

Este partido representa la incursión en nuestra vida política de las transnacionales de la fe. La presencia del neo liberalismo criollo es evidente. Su irrespeto a los derechos humanos y su objetivo de gobernar con base en una interpretación fundamentalista de los textos bíblicos, es un atentado contra nuestro sistema democrático y nuestro Estado de Derecho.

Estamos frente a una amenaza sin precedentes. En estos momentos, debemos anteponer al país y defender lo mejor de nuestra tradición democrática y civilista, los grandes logros históricos que han sido resultado de la lucha y el sacrificio de muchísimas personas. No podemos poner tanto en riesgo; debemos dejar atrás posturas pasionales ante esta coyuntura.

Es fundamental superar revanchismos políticos y posiciones partidarias para enfocarnos a dimensionar los riesgos de un gobierno de un partido de estas características. Sus líderes han sido claros al afirmar que no todas las personas tienen los mismos derechos en este país, que hay personas a las que consideran enfermas por causa de su sexualidad, aunque la ciencia no lo considere así.

Han indicado que transformarán al Instituto Nacional de las Mujeres en el Instituto de la Familia, claro está, para detener el avance de los derechos humanos de las mujeres. El neo pentecostalismo se opone a toda lógica del respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas, al tener como objetivo fortalecer los principios patriarcales y capitalistas que interesan a poder económico. Además del costo económico, es vital que dimensionemos el costo social que intenciones como esta pueden tener para cada una de las personas que habitamos este país. Hay gente que no cae en cuenta de cómo esto le puede afectar directamente, o bien a sus seres queridos.  Recordemos que recientemente,  en una sola semana murieron tres mujeres por causa de la violencia machista.

Debemos asumir nuestra responsabilidad como ciudadanía, leer e informarnos sobre lo que los gobiernos neo pentecostales han hecho en otros países de Latinoamérica.  Pensemos en términos de unión y hermandad, asumamos el compromiso de luchar para que este país siga siendo ejemplo a nivel internacional por su tradición y su vocación democrática.

Hoy nuestro país nos necesita a cada quien por igual.  Que sea una vez más el amor al prójimo, la sensación de sabernos una gran familia, la unión, el orgullo patrio y la solidaridad que nos heredaron nuestros antepasados lo que nos lleve a tomar la mejor decisión este primero de abril.

 

 

 

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El Cardenal Law y la moral de la Iglesia Católica

En días pasados murió Bernard Law, cardenal de la Iglesia Católica, arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Boston, Massachusetts, Estados Unidos, y miembro de la curia romana.  Fue tristemente famoso por ser acusado de encubrir cientos de abusos sexuales y violaciones cometidos por sacerdotes contra menores de edad, entre 1984 y 2002.  En lugar de llevar a los sacerdotes pederastas a la justicia, los trasladó a otras parroquias, lo que les dejó abierta la posibilidad de seguir cometiendo estos delitos.  El escándalo lo hizo renunciar a su cargo.

A pesar de esto, Juan Pablo II lo nombró en mayo de 2004 arcipreste de la Basílica Santa María La Mayor, una de las cuatro basílicas más emblemáticas de Roma. Además, conservó su importantísimo puesto en el Colegio Cardenalicio y en la Congregación para los Obispos. En abril de 2005, celebró una misa en la Basílica de San Pedro.

Law también participó en el cónclave de abril de ese mismo año, en el que se eligió a Joseph Ratzinger como el papa Benedicto XVI. Ratzinger había tenido a cargo la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesora de la Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición. La amistad entre Law y Ratzinger es reconocida en el medio eclesiástico internacional.

¿Debería resultar sorprendente el accionar de las cúpulas del Vaticano ante los delitos cometidos por el Cardenal Law en contra de las niñas y los niños de la iglesia? Por supuesto que no. Se trata de una más de las atrocidades que esta institución ha cometido a lo largo de su historia, y que están muy bien documentadas.

Pero lo que sí resulta no solo sorprendente, sino que también sumamente preocupante, es la actitud que asume la inmensa mayoría de la comunidad católica ante este proceder, caracterizada por el silencio y la incapacidad de confrontar a esta institución y exigirle que sea consecuente con los preceptos que pregona.

El caso del Cardinal Bernard Law, evidencia la dañina efectividad de los mecanismos de colonización de nuestras consciencias utilizados por la Iglesia Católica, que al someternos a su autoritarismo moral, nos convierte al mismo tiempo en sus cómplices.  Esto se observa cuando ante situaciones como esta volvemos la mirada hacia otro lado, o bien hacemos una defensa férrea de la iglesia ante las críticas y cuestionamientos que se le hacen.

Según diferentes medios de comunicación internacionales, en el funeral de Law, el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, no se refirió al escándalo en el que éste se vio envuelto y más bien afirmó que dedicó toda su vida a la Iglesia, y que «a veces a alguno de nosotros puede faltar a su misión».  Por su parte el papa Francisco, en su intervención realizó una oración en la que se pide que el fallecido reciba un «juicio misericordioso».

Esto ha generado malestar y una serie de críticas, entre las que se ha cuestionado por qué el papa, que se ha caracterizado por romper en ocasiones el protocolo de determinados rituales de la iglesia, esta vez no lo hizo, teniendo una justificación moral de tales dimensiones para hacerlo.

¿Qué importancia tiene para la cúpula romana el sufrimiento de cientos de niños y niñas ante la traición que durante 18 años vivieron a manos de quienes percibían como seres muy cercanos a Dios, de quienes esperaban guía y protección amorosa? El Vaticano ha evadido las críticas afirmando que se trató de un funeral y no de un juicio de la vida de Law, lo que parece indicar la poca necesidad que sienten sus líderes por dar las explicaciones del caso a pesar de sus nefastos antecedentes. Después de todo, saben muy bien que la inmensa mayoría no se las pedirá.

No se pretende con estas líneas hacer un llamado para oponerse a la Iglesia Católica como un todo, a la religiosidad o, más aún, a la búsqueda de la espiritualidad. No se pueden perder de vista las múltiples historias y testimonios de mujeres y hombres que a lo largo del tiempo han encarnado la misión original del cristianismo.  Tampoco se trata de incitar al odio, pues sería incurrir en la misma estrategia que ha utilizado esta institución para el logro de sus objetivos.

Para pensar en una sociedad racional, lúcida y capaz de exigir justicia ante cualquier afrenta a la dignidad humana, debemos ser capaces de liberarnos de ese temor paralizante generado por el autoritarismo moral proveniente de los fundamentalismos religiosos. Debemos redimirnos de este pesado y dañino lastre que habita nuestras consciencias.

 

Publicado en ELMUNDO.CR

https://www.elmundo.cr/cardenal-law-la-moral-la-iglesia-catolica/