Lo enfermizo no está en la diversidad sexual, sino en la sociedad

Hace algunos años, tuve la oportunidad de tener a cargo la clínica psicológica del Centro de Investigación y Promoción para América Central en Derechos Humanos (CIPAC), dedicada a la promoción de los derechos humanos de personas gais, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI).  Aunque ya contaba con amistades muy preciadas pertenecientes a esta población, esta vez mi labor me llevaría a conocerles mucho más a fondo, pues nos encontraríamos en un espacio al que se llega a hablar, a exteriorizar vivencias y sentimientos que suelen mantenerse en la intimidad.

Con el transcurrir de las semanas y los meses, empecé a corroborar lo que había aprendido leyendo sobre el tema: no hay patología, anormalidad, aberración ni desviación moral alguna en estas personas en relación con su orientación sexual e identidad de género. Fueron cientos y cientos de horas de encuentros en los que pude constatar que las personas LGBTI son simple y llanamente seres humanos, personas dotadas de todas las facultades, capacidades y dones de índole emocional, social y espiritual.  No había nada que les hiciera esencialmente diferentes de las personas heterosexuales, pues las más básicas características propias de la condición humana estaban igualmente presentes: la capacidad de amar y el anhelo de ser amadas, de ser felices, de soñar con una vida plena, de realizarse, conformar una familia y de crecer espiritualmente.

Pero también corroboré lo que también sabía; el dañino y en ocasiones letal impacto de la discriminación y la violencia de las que estas personas son víctimas. Fueron múltiples historias de niñas y niños víctimas del rechazo de sus seres queridos más cercanos,  del maltrato cotidiano por parte de sus pares en escuelas y colegios. De adolescentes a quienes se les expulsó de su hogar, de lo que significa cargar con el estigma en el barrio, el trabajo y múltiples espacios de ser la persona “rara”. De la consecuente necesidad de mentir y esconderse con la finalidad de acallar los rumores sobre su sexualidad.

También, del pavor que sentían al asistir a misa o al culto y escuchar que eran despreciadas por Dios y que su destino era el infierno. Producto de lo anterior, muchas de estas personas tenían problemas de autoestima, no se sentían plenamente merecedoras de afecto ni sujetas de derechos, y habían interiorizado sentimientos de culpa y vergüenza. Investigaciones realizadas por CIPAC, demostraron que en esta población, en comparación a la heterosexual, se encuentra un mayor consumo de alcohol y drogas, conductas sexuales de riesgo, ideación e intentos de suicidio.  Sin embargo, también pude constatar que aquellas personas que contaban con apoyo de sus familias, o grupos de amistades cercanas, tenían más posibilidades de desarrollar habilidades para enfrentar y superar el nefasto impacto del desprecio y la violencia proveniente de la sociedad; porque es nuestra sociedad, repleta de estereotipos, miedos y odios, e incapaz de la más básica empatía para reconocer lo que nos hermana y nos identifica con todo ser humano, la que está tan enferma como para infringir tal grado de sufrimiento a las personas LGBTI.

Cuando observo lo que las iglesias Católica y Evangélicas fundamentalistas, así como recientemente un grupo de diputadas y diputados de la Asamblea Legislativa hacen para promover esta campaña de odio con base en una serie de mentiras e ideas distorsionadas que han denominado “ideología de género”, me surgen profundas dudas sobre cuáles son sus verdaderas intenciones e intereses.  De lo que no me cabe duda,  es de la capacidad suya y mía para superar todo condicionamiento social que nos inhiba del don de construir relaciones con todas las personas que nos rodean en términos de hermandad, igualdad y solidaridad.

Publicado en ELMUNDOCR.CR
https://www.elmundo.cr/lo-enfermizo-no-esta-la-diversidad-sexual-sino-la-sociedad/

Las marchas por «la vida y la familia» y el crimen de Daniel Zamudio

En 2013, participé en la V Convención Internacional de la Asociación de Familias por la Diversidad Sexual, en Lima, Perú.http://familiasporladiversidad.org/convencion…/v-convencion/

En una de las actividades, madres y padres de personas gais, dieron su testimonio sobre el asesinato de sus hijos. Yo, que tenía experiencia de trabajo psicoterapéutico con personas lesbianas, bisexuales, gais, transgénero e intersexuales (LGBTI), creía que seguramente ya lo había escuchado todo. Pero no era así. Puedo evocar con claridad la imagen de una madre hablando de cómo a su hijo lo encontraron divido en partes en un refrigerador; y de Iván Zamudio, el padre de Daniel, decir que durante la confesión de los asesinos de su hijo en Chile, describieron cómo sonaban sus huesos cuando lo lanzaban con la mayor fuerza posible una y otra vez contra el pavimento. https://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Zamudio

¿El móvil de estos crímenes? El desprecio y el odio aprendido hacia las personas LGBTI. Por un momento, sentí que no iba a ser capaz de seguir escuchando, y empecé a buscar con urgencia la forma más rápida de salir de ese lugar.

Ya sabía porque lo había estudiado, pero más aún porque lo había escuchado de sus propios labios, que las personas LGBTI son víctimas cotidianamente de múltiples formas de discriminación y violencia; pero la experiencia en Perú me permitió dimensionar lo que el odio es capaz de hacer.

Este domingo 3 de diciembre, la Iglesia Católica realizará una marcha en pro de “la vida y la familia”, que reforzará estereotipos (ideas falsas y generalizadas) sobre las personas LGBTI, con el potencial efecto dañino que esto conlleva.

Podría en este punto, hacer énfasis en que existen diversos y muy bien fundamentados enfoques teológicos que no consideran anormales o pecaminosas a las personas LGBTI, o a que la Organización Mundial de la Salud eliminó, desde 1990, a la homosexualidad del listado de “trastornos de la sexualidad”.

Pero me parece más importante invitar a reflexionar a quienes participarán de la marcha, si lo harán a pesar de que estarán promoviendo los mismos estereotipos que provocaron la muerte de Daniel Zamudio; el mismo odio que podría atentar contra la dignidad o la vida, sin ni siquiera sospecharlo, de sus seres más queridos.

¿Qué podemos hacer los hombres para detener la violencia hacia las mujeres?

Trabajo con grupos de hombres sobre temas de masculinidad, y uno de estos es la violencia hacia las mujeres. Uno de los principales objetivos es desnaturalizar esta forma de violencia, dado que predomina en el imaginario social, la idea de que los hombres somos violentos por naturaleza, que así somos y ya.

Por eso, el primer paso es invitar a la reflexión en torno a que la violencia en los hombres no es natural o innata, sino que responde a un aprendizaje que inicia desde que estamos muy pequeños. Un elemento que suele ser común al tratar este tema con hombres, es el enojo e incluso el cinismo con el que algunos lo asumen. No son pocas las veces en las que se afirma que nosotros los hombres igualmente sufrimos violencia en esta sociedad, y que más bien ahora con las leyes que protegen a las mujeres, a nosotros nos va peor.  En este punto, de nuevo hay que hacer un llamado a la reflexión. No podemos equiparar o relativizar la violencia hacia las mujeres en nuestras sociedades machistas, en las que resultan evidentes el desprecio, rechazo, opresión e inferiorización de las mujeres y de lo femenino. Es obvio que los hombres sufrimos de diferentes formas de violencia en el machismo, pero no se pueden comparar, dado que la violencia hacia las mujeres es un mecanismo fundamental para su reproducción.

Haciendo esta aclaración, por lo general se dirige la conversación hacia el tema de la empatía.  Los hombres recibimos desde niños una educación emocional que nos limita el desarrollo de la inteligencia emocional, y se entiende la empatía como la habilidad o capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, de comprender sus circunstancias y sentimientos.  Un ejemplo de cómo se aborda este tema, es cuando hablamos del acoso sexual callejero hacia las mujeres. Por lo general, se les responsabiliza del mismo cuando dicen que es producido por la forma en que se visten, por los lugares o las horas por las que transitan en la calle.  Es común escuchar decir que “se visten para provocar pero luego no les gusta que las toquen”. Sin embargo, su percepción sobre esta forma de violencia cambia radicalmente cuando, luego de una dinámica grupal, es una mujer muy querida para ellos la que sufre acoso callejero. Al ponerse en el lugar de ellas, logran comprender que no hay justificación para la violencia.

Desde esta misma lógica, abordamos otras formas de violencia hacia las mujeres, incluyendo el feminicidio; para promover el análisis sobre qué hace que un hombre sea capaz de asesinar a su compañera sentimental, de cómo el machismo puede hacer sentir a un hombre que es el dueño de su compañera o esposa, y más allá, de su imposibilidad de concebirse sin ella, de cómo en estos casos parece cumplirse la nefasta sentencia de “si no es mía, no va a ser de nadie.”

Los hombres tenemos la capacidad y debemos asumir la responsabilidad de reflexionar sobre estos temas; no podemos seguir percibiendo a la violencia hacia las mujeres como algo natural o que ellas provocan.  Las diferentes expresiones de esta forma de violencia provocan un profundo daño y sufrimiento a las víctimas y a quienes les rodean,  aportando a este orden social machista, violento y de desigualdad en el que vivimos y que debemos cambiar. Reflexionar sobre este tema, implica abordar la violencia machista en los hombres hacia las otras direcciones en que se dirige: hacia otros hombres y hacia nosotros mismos. Esta causa nos lleva también, tarde o temprano, a actuar ante la violencia que se dirige hacia nosotros.

Es fundamental que aprendamos a concebir a las mujeres en términos de la absoluta legitimidad de su condición humana y del respeto a su dignidad, y que desarticulemos cualquier concepción aprendida y mediatizada por el machismo. Debemos aprender a redefinirnos y a reconstruirnos como seres capaces de vivir sin la necesidad de poder, superioridad, pertenencia y control sobre las mujeres. Los hombres tenemos en las manos la posibilidad de convertirnos en mejores seres humanos en la medida en que nos comprometamos con la erradicación de la violencia machista.

 

Publicado en el medio digital ELMUNDOCR

https://www.elmundo.cr/podemos-los-hombres-detener-la-violencia-las-mujeres/

Carta Pública al señor José Rafael Quirós, Arzobispo de San José y Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Quienes integramos el Grupo de Apoyo para Familiares y Amigos(as) de la Diversidad Sexual de Costa Rica (GAFADIS) queremos dar respuesta al Comunicado de la Conferencia Episcopal de Costa Rica sobre la “Ideología de Género”, firmada por su persona el pasado 2 de octubre del año en curso.

En primer lugar, nos parece una profunda inconsistencia que usted indique que: “Primeramente reafirmamos, nuestro respeto por aquellas personas de una orientación sexual no heterosexual y recordamos a todos los miembros de la Iglesia, y de la sociedad en general, su derecho a ser acogidas con respeto y delicadeza, evitando todo signo de discriminación injusta.”

Nuestros seres queridos gais, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), no han sido tratados con ningún respeto por parte de la iglesia que usted representa. Han sido calificados de aberrados, inmorales y pecadores, les han dicho desde la niñez que están condenados al infierno y les han condicionado la salvación a que no sean consecuentes con su forma de ser y de amar. Tampoco su iglesia se ha pronunciado contra la discriminación y la violencia que sufren cotidianamente, no han utilizado los púlpitos para hacer referencia al sufrimiento que la exclusión infringe, de cómo esto atenta directamente contra su dignidad, su autoestima y su derecho a tener una vida plena; de cómo esto contraviene a todas luces el principio del amor al prójimo.

Otro aspecto al que deseamos referirnos es al término “Ideología de Género”. Desde el punto de vista académico, particularmente desde la Epistemología de las Ciencias Sociales, es claro y evidente que la “Ideología de Género” no existe. Lo que sí existen son una serie de movimientos sociales, como el Feminismo y los movimientos por los derechos humanos de las personas LGBTI, que trabajan por la igualdad real o sustantiva para todas las personas; independientemente de su sexo, género, orientación sexual e identidad y expresión de género. Tienen como objetivo, con base en diferentes disciplinas científicas y desde el enfoque de derechos humanos, señalar los aspectos estructurales de nuestras sociedades machistas y heteronormativas que dan origen a los múltiples procesos de discriminación y violencia de las que son víctimas, en aras de promover la toma de conciencia del daño profundo que éstos son capaces de provocar. En GAFADIS, trabajamos para que nuestras hijas, hijos y seres queridos LGBTI sean respetados plenamente en términos de su dignidad, y para que todos sus derechos sean debidamente reconocidos y respetados.

En este mismo sentido, identificamos en su comunicado una serie de ideas distorsionadas o totalmente falsas sobre lo que ustedes denominan “Ideología de Género” y lo que el Programa de Estudio de Educación para la Afectividad y Sexualidad Integral del Ministerio de Educación Pública pretende. Señor Arzobispo, nos da la sensación de que usted está haciendo referencia a un documento totalmente diferente. Nos parece importante llamar la atención de la opinión pública sobre el hecho de que, dada la reconocida trayectoria académica e intelectual de la Iglesia Católica, hayan sus líderes decidido utilizar la “Ideología de Género” para crear una campaña de miedo fundamentada en ideas falsas. Esto nos refiere directamente a las clásicas estrategias del quehacer político tradicional, en las que el fin justifica los medios; en los que el bienestar del ser humano, su dignidad, la verdad y la objetividad quedan en un segundo o tercer plano cuando lo que interesa es que las mayorías sigan pensando en función de los intereses de los grupos e instituciones hegemónicas.

Por otra parte, en GAFADIS consideramos que otorgar a la familia conformada por hombre y mujer el estatus de “familia natural” responde a un asunto de dogma religioso, que podría ser aceptado o no por otras iglesias o denominaciones religiosas, y que sin duda no corresponde a la realidad de la conformación de los grupos familiares en Costa Rica. Para GAFADIS, una familia es un grupo de personas que, sin importar cómo esté conformado, quienes lo integran se vinculan en términos de amor y cuidado mutuo; lo que constituye su razón principal de ser.

Usted indica que: “La diferencia y la complementariedad entre el hombre y la mujer, que están en el vértice de la creación, no es para la contraposición o la subordinación, sino para la comunicación y la generación siempre a imagen y semejanza de Dios”; sin embargo, aquí hayamos otra profunda inconsistencia: la iglesia que usted representa se fundamenta en una cosmovisión patriarcal, que justifica las relaciones de poder y opresión de los hombres sobre las mujeres, lo que se ha constatado una y otra vez, está en la base de la violencia hacia éstas y de otras expresiones del violencia social. Sin embargo, no se observa de ustedes una posición clara y frontal ante estos flagelos sociales, sino que continúan pregonando, ahora con base en la “ideología de género”, un discurso que refuerza, desde el punto de vista religioso, los estereotipos que dan pie a estas formas de violencia. En GAFADIS pensamos que no importa cómo el grupo familiar esté constituido, sino que lo fundamental es que los vínculos entre quienes lo conformen estén mediatizados por el amor, la horizontalidad, la igualdad y el respeto irrestricto a la dignidad de cada quien. Necesitamos con urgencia en nuestra sociedad grupos familiares no patriarcales ni heteronormativos.

Con respecto al papel del Estado en la educación de la sexualidad y la afectividad, consideramos que éste está cumpliendo con su obligación de educar a nuestros niños, niñas y adolescentes en función de sus derechos sexuales y reproductivos: tenemos un alarmante número de embarazos y partos en niñas y adolescentes, y según la Encuesta sobre Salud Sexual y Reproductiva de 2016, una gran mayoría de costarricenses no son capaces de definir las siglas VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), y desconocen también en alto porcentaje otras infecciones de transmisión sexual. A esto hay que sumar que tiene como objetivo prevenir y erradicar el maltrato homofóbico en escuelas y colegios. Aplaudimos el gesto del Estado y del Ministerio de Educación por brindar una educación de la sexualidad que les permita a nuestra niñez y juventud informarse y hablar con la naturalidad debida de estos temas, y que a su vez les permita tomar las mejores decisiones en el marco de la libertad con responsabilidad.

La razón de ser de GAFADIS es el amor incondicional por nuestros hijos, hijas y seres queridos LGBTI. La fuerza del amor es capaz de superar cualquier prejuicio, de superar cualquier obstáculo para acompañarles en su proceso de aceptación y de diseño de un proyecto de vida pleno. Independientemente de su orientación sexual, identidad y expresión de género, consideramos a nuestros seres queridos como plenos en su condición humana; dotados de las mismas capacidades y dones morales y espirituales, capaces de amar, conformar un grupo familiar y de aportar al desarrollo de nuestro país. En GAFADIS hemos presenciado como en cuestión de muy poco tiempo, el amor de madres y padres ha sido capaz de superar prejuicios, estereotipos y concepciones religiosas que provocaban vergüenza, rechazo y desprecio hacia nuestros seres queridos. Les hemos escuchado decir que ahora son mejores personas, porque han sido capaces de superar aquellos obstáculos que les impedían dejar fluir el amor al prójimo sin condiciones; lo que nos hace sentir más cerca de lo que aprendimos era y es la esencia del mensaje de Jesús.

Invitamos a todas las personas a las que llegue esta carta, a reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos y en la que quisiéramos vivir, sobre los orígenes de la violencia social que tanto sufrimiento y muerte provocan todos los días; y de qué forma podríamos entre todas las personas aportar a una sociedad más justa e igualitaria.

Señor Arzobispo, el amor al ser humano, en su asombrosa y maravillosa gama de posibilidades de expresión de su sexualidad, es la razón última de ser de nuestro trabajo. Sentimos y pensamos que en el amor genuino y sin condiciones radica la esperanza de que nuestras sociedades se conviertan en lugares en los que todas las personas tengamos la posibilidad de florecer sin limitaciones, amenazas de castigo o siendo víctimas de diferentes formas de discriminación y violencia que tengan como fin evitar que la voluntad creadora se exprese en cada ser humano.