Y después de la pandemia, ¿qué?

Esperanza

En estos días de pandemia, en redes sociales abundan los llamados a la reflexión, a reconsiderar lo que es importante, a conectar con la propia interioridad.  Sin embargo, las cosas no van a cambiar porque sí, de forma espontánea. Es muy difícil que algo vaya a cambiar sustancialmente.

Como colectivo no tenemos la capacidad de reconocer y comprender el entramado de factores que producen la realidad social, la cual percibimos simplemente como natural. Defendemos los discursos y valores que nos oprimen, y esto se expresa en el enorme malestar social y la violencia que padecemos cotidianamente.

Nos resignamos a vivir esa realidad y nos acostumbramos a la frustración y al sin sentido. ¿Hay alguna posibilidad de salir de este estado obnubilado de consciencia? ¿De desarrollar las múltiples capacidades que tenemos y de dignificar la existencia?

 El filósofo francés Edgar Morin acuñó el término “pensamiento complejo”, que consiste en la capacidad de relacionar diferentes dimensiones de la realidad.  Se trata de una forma de pensar integradora y multidimensional. Sus ideas se han considerado en el ámbito de la Educación.

Sin embargo, podemos ir más allá. Uno de los principios de la Filosofía Perenne, término utilizado para hacer referencia a los grandes principios que subyacen a las corrientes místicas de la Filosofía, desde sus orígenes en la noche de los tiempos, es que todos los seres humanos tenemos la capacidad, aunque limitada por la misma sociedad, de entrar en contacto con dimensiones más profundas de la realidad, lo que implica un significativo y trascendental salto de consciencia.

La Psicología Transpersonal, que igualmente parte de la existencia de dimensiones no físicas, sutiles, trascendentales o bien espirituales en el ser humano, ha estudiado el hecho de que entrar en contacto con estas dimensiones, conlleva a desarrollar una consciencia de unidad con todo lo que existe, intuitiva, integradora y no dicotómica con respecto a la percepción de la realidad. Un incremento de la compasión y la empatía y un profundo respeto por toda forma y expresión de vida.

Por eso es común que estas personas cambien su manera de conducirse ante sí mismas y ante su entorno total, asumiendo estilos de vida compatibles con la sostenibilidad y la dignificación de la vida en el planeta, encarnando formas creativas para desarticular el orden predominante.

En estos días de aislamiento social, de pausa forzada, tenemos una gran oportunidad para considerar a fondo temas como este, investigar, profundizar y buscar lugares donde aprender a establecer ese contacto con nuestra interioridad, de lo que podría germinar la posibilidad de construir y  habitar un mundo mucho mejor.

Expansión de la conciencia

Expansión de la conciencia

El camino hacia la plenitud…

La Psicología Transpersonal es una corriente psicológica que ha venido desarrollándose durante los últimos 50 años. Mientras que la Psicología occidental convencional percibe al ser humano esencialmente como un ser material, individual y circunscrito a su identidad personal, la óptica transpersonal lo concibe como un ser, además de material, esencialmente espiritual, en profunda conexión con todo cuanto existe, con capacidad para expandir su conciencia y su identidad hacia planos de la realidad donde lo personal se funde con totalidades cada vez mayores.

La conciencia humana: un universo por descubrir

La Psicología Evolutiva plantea que el nivel máximo de desarrollo cognitivo lo alcanzamos los seres humanos cuando llegamos a lo que Jean Piaget llamó la Etapa de las Operaciones Formales (que ocurre durante la adolescencia), en la que somos capaces, entre otras cosas, de razonar de forma hipotética – deductiva y de establecer relaciones abstractas entre objetos, acontecimientos, etc.  Sin embargo, una serie de psicólogos, místicos e investigadores, han planteado la existencia de una serie de etapas o niveles de desarrollo superiores. Según las ideas de Ken Wilber, teórico de la Psicología Transpersonal, estas etapas son:

Visión – lógico

acá la persona es capaz de establecer redes de relaciones, lo que se traduce en una capacidad superior de sintetizar, de coordinar ideas e integrar conceptos.  Se trata del nivel de mayor integración posible dentro del plano personal.

Psíquico

en este nivel las capacidades perceptivas de la persona hacen que supere las limitaciones y preocupaciones propias del nivel personal, que es cuando la persona se concibe separada de su entorno y restringe su identidad a su cuerpo y a su ego.  En este punto, se es capaz de observar cómo funciona el pensamiento y sus limitaciones para captar otros ámbitos de la realidad.

Sutil

en esta etapa la persona entra en contacto con la dimensión arquetípica. Los arquetipos son imágenes que contienen un fuerte significado porque recogen aspectos nucleares de la experiencia humana acumulada a través del tiempo en el inconciente colectivo, lo que se constituye en una fuente primordial de conocimiento. Además, la persona es capaz de entrar en estados de éxtasis trascendentales, que sobrevienen al saberse parte de esferas o ámbitos transpersonales.

Causal

este nivel se denomina como el sustrato trascendente de todos los niveles inferiores.  En este punto la sensación de identidad individual es trascendida por una percepción expandida de nuestra identidad, una conciencia de unidad límites, de ser esencialmente uno con todo cuanto existe…

Último

aquí la conciencia se reencuentra con su esencia, despierta a su morada previa y eterna en tanto espíritu. Para muchos investigadores, este no es un nivel entre muchos, sino la misma realidad o esencia de todos los niveles.

La experiencia directa…

Las etapas anteriormente mencionadas no son producto de la especulación teórica. Son el resultado de la experiencia directa de expansión de la conciencia que muchos hombres y mujeres han experimentado a través de la historia y en diferentes lugares del planeta. Lo interesante es que al comparar lo que muchas de estas personas -así como distintas tradiciones místicas-, han relatado como parte de este proceso de expansión, se encuentran grandes coincidencias en sus aspectos más fundamentales. Sin duda somos mucho más de lo que creemos.

Tal vez mucho del sufrimiento y de la falta de sentido que caracteriza a la humanidad se deba a que seguimos permitiendo que otros nos digan quiénes somos o cuáles son nuestros límites, cuando en realidad es algo que solo podemos descubrir por nosotros mismos.

Vida después de la muerte

La muerte de un ser querido puede ser un evento devastador en la vida de cualquiera. Se debe de atravesar por un proceso de elaboración del duelo, es decir, de asimilar paulatinamente la desaparición de la persona hasta lograr un nuevo equilibrio emocional.  Si hay algo que nos puede resultar difícil de creer es que nunca jamás en nuestra vida volveremos a ver a la persona amada. Sin embargo, la muerte puede adquirir un significado diferente.

Según afirman muchas de las más antiguas tradiciones filosóficas y religiosas tanto de Oriente como de Occidente, el ser humano es esencialmente un ser espiritual. Con base en esto,  la muerte deja de ser simplemente el final de un ciclo en términos puramente biológicos,  para convertirse en un evento trascendental dentro de la lógica superior de nuestro paso por este mundo, de su razón última de ser.  Según han dicho durante siglos los líderes espirituales de estas tradiciones, los seres humanos somos esencialmente seres espirituales viviendo una experiencia terrenal y humana. Cuando somos capaces de percatarnos de esto –no solo de saberlo sino que también de sentirlo con certeza- comprendemos que el espíritu debe y merece volver a su hogar, a su estado original, en donde predominan la alegría y la paz absolutas.

Es imposible que se pierda el vínculo con la persona que partió.  Si lo que nos unió es el amor,  seguiremos cerca de ella aunque nos encontremos en planos distintos.  El amor es considerado el sentimiento primario que da origen a todo lo que existe. Quien toca con amor la vida de sus semejantes deja huellas de eternidad, porque el amor nunca muere.  No importa el tamaño de esa huella, persistirá en la vida de quienes tocó, los(as) que a su vez dejarán marca en otros(as) y así sucesivamente.  La desaparición física de una persona no significa su final sino todo lo contrario;  significa el inicio de una nueva etapa de su existencia en la vida de nosotros(as) y de su propio desarrollo espiritual.

Psicología Transpersonal

Transpersonal quiere decir “más allá de la persona”.  Este enfoque psicológico postula que el ser humano posee un componente que le transciende, que lo hace ser algo más que un organismo biológico, psicológico y social. Se fundamenta en la Filosofía Perenne, que trata sobre la posibilidad del encuentro del ser humano con Dios, y que ha llegado, a través de las épocas y en distintas partes del mundo, a una conclusión sobre algo esencial: el espíritu existe.

Desde esta óptica, mucho del sufrimiento, la angustia y el vacío existencial que tanto nos agobian en nuestros días, tienen su origen en que olvidamos, o no nos damos cuenta de que en realidad somos seres espirituales. Puede que lo hayamos escuchado y hasta repetido muchas veces, pero no es lo mismo que vivirlo con certeza, como un punto de partida en nuestra vida. Debemos recordar que desde niños(as) creamos una identidad personal basada en el hecho de ser hombres o mujeres, en nuestra clase social, en fin, en el cúmulo de nuestras experiencias de vida. También, que vivimos en una sociedad que privilegia la posesión de bienes materiales, el estatus y el poder sobre el desarrollo de virtudes tales como la compasión, la tolerancia, el respeto y la solidaridad. Cuando llegamos al punto de identificarnos con la parte material de nuestro ser, y a creer que eso es todo lo que somos, empezamos a experimentar sus consecuencias: vacío, aburrimiento y sentimientos de falta de sentido de nuestra vida, entre otros.

Esta perspectiva psicológica dice que no podemos llegar a convertirnos en seres completos si no nos abrimos a ese componente espiritual, dándole el lugar adecuado en nuestras vidas.  Muchos místicos cristianos han dicho que desde lo espiritual es que somos capaces de distinguir lo pasajero de lo trascendental, lo trivial de lo importante, de vivir de forma armónica, con sentido y dignidad. También, de tomar conciencia sobre el por qué y para qué estamos aquí. Implica un mejoramiento en nuestra calidad de vida fundamentado en un cambio en nuestro sistema de valores, lo que hace que desarrollemos actitudes amorosas y respetuosas hacia nosotros(as) mismos(as) y hacia todo lo que nos rodea. En una época en que la racionalidad no ha bastado para detener el curso destructivo de la humanidad, la vuelta hacia la búsqueda de lo trascendental aún sigue siendo válida y esperanzadora.