Primero de abril: votemos en defensa de nuestro país

Luego de semanas de posiciones encontradas y fuertes ataques como parte de esta segunda ronda electoral, en los últimos días han estado viniendo algunos recuerdos a mi mente. Por ejemplo, el Mundial de Fútbol de Brasil, cómo ante los triunfos de la Selección nos abrazábamos en plenitud de orgullo patrio y una sensación de identidad y unidad como costarricenses; sin importar quien fuera la otra persona, su religión, clase social o su partido político.

Además, de las veces que nos ha tocado enfrentar emergencias por causa de fenómenos naturales como terremotos, huracanes o tormentas. De cómo nos nace con tal fuerza ese sentimiento de solidaridad que nos hace movilizarnos con tal de ayudar a quienes sufren más afectación, para que no les falte nada, para mantener su dignidad intacta; sin importar su etnia, nacionalidad o sexualidad.

Estas elecciones nos han permitido ver con claridad otras facetas de nuestra idiosincrasia. Esto, sin duda alguna, debe ser tema de análisis permanente y de toma de decisiones para la agenda social de este país, particularmente de la ciudadanía que queremos construir de ahora en adelante. Nuestra sociedad discrimina, niega derechos, impone la voluntad de la mayoría sobre las minorías, acepta cuando le dicen que hay personas y familias de primera y segunda categoría, no entiende de los rudimentos de la convivencia ciudadana en un sistema democrático ni para qué sirve o cómo funciona la Corte Interamericana de Derechos Humanos.  Una gran parte no sabe reconocer cuando enfrentamos un peligro.

Uno de los partidos políticos que puede llegar al poder es de corte neo pentecostal, una postura reconocida por su machismo, su ímpetu autoritario e impositivo, y por ser impulsada en Latinoamérica por grupos muy poderosos económicamente para, mediante el mercadeo de la fe y la teología de la prosperidad, sumar masas de personas a la lógica del capitalismo neo liberal, cuyas políticas económicas empobrecen aún más a quienes menos tienen. Su modus operandi es un atentado contra la dignidad del ser humano. ¿De qué no serán capaces una vez en el poder?

Este partido representa la incursión en nuestra vida política de las transnacionales de la fe. La presencia del neo liberalismo criollo es evidente. Su irrespeto a los derechos humanos y su objetivo de gobernar con base en una interpretación fundamentalista de los textos bíblicos, es un atentado contra nuestro sistema democrático y nuestro Estado de Derecho.

Estamos frente a una amenaza sin precedentes. En estos momentos, debemos anteponer al país y defender lo mejor de nuestra tradición democrática y civilista, los grandes logros históricos que han sido resultado de la lucha y el sacrificio de muchísimas personas. No podemos poner tanto en riesgo; debemos dejar atrás posturas pasionales ante esta coyuntura.

Es fundamental superar revanchismos políticos y posiciones partidarias para enfocarnos a dimensionar los riesgos de un gobierno de un partido de estas características. Sus líderes han sido claros al afirmar que no todas las personas tienen los mismos derechos en este país, que hay personas a las que consideran enfermas por causa de su sexualidad, aunque la ciencia no lo considere así.

Han indicado que transformarán al Instituto Nacional de las Mujeres en el Instituto de la Familia, claro está, para detener el avance de los derechos humanos de las mujeres. El neo pentecostalismo se opone a toda lógica del respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas, al tener como objetivo fortalecer los principios patriarcales y capitalistas que interesan a poder económico. Además del costo económico, es vital que dimensionemos el costo social que intenciones como esta pueden tener para cada una de las personas que habitamos este país. Hay gente que no cae en cuenta de cómo esto le puede afectar directamente, o bien a sus seres queridos.  Recordemos que recientemente,  en una sola semana murieron tres mujeres por causa de la violencia machista.

Debemos asumir nuestra responsabilidad como ciudadanía, leer e informarnos sobre lo que los gobiernos neo pentecostales han hecho en otros países de Latinoamérica.  Pensemos en términos de unión y hermandad, asumamos el compromiso de luchar para que este país siga siendo ejemplo a nivel internacional por su tradición y su vocación democrática.

Hoy nuestro país nos necesita a cada quien por igual.  Que sea una vez más el amor al prójimo, la sensación de sabernos una gran familia, la unión, el orgullo patrio y la solidaridad que nos heredaron nuestros antepasados lo que nos lleve a tomar la mejor decisión este primero de abril.

 

 

 

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El Cardenal Law y la moral de la Iglesia Católica

En días pasados murió Bernard Law, cardenal de la Iglesia Católica, arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Boston, Massachusetts, Estados Unidos, y miembro de la curia romana.  Fue tristemente famoso por ser acusado de encubrir cientos de abusos sexuales y violaciones cometidos por sacerdotes contra menores de edad, entre 1984 y 2002.  En lugar de llevar a los sacerdotes pederastas a la justicia, los trasladó a otras parroquias, lo que les dejó abierta la posibilidad de seguir cometiendo estos delitos.  El escándalo lo hizo renunciar a su cargo.

A pesar de esto, Juan Pablo II lo nombró en mayo de 2004 arcipreste de la Basílica Santa María La Mayor, una de las cuatro basílicas más emblemáticas de Roma. Además, conservó su importantísimo puesto en el Colegio Cardenalicio y en la Congregación para los Obispos. En abril de 2005, celebró una misa en la Basílica de San Pedro.

Law también participó en el cónclave de abril de ese mismo año, en el que se eligió a Joseph Ratzinger como el papa Benedicto XVI. Ratzinger había tenido a cargo la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesora de la Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición. La amistad entre Law y Ratzinger es reconocida en el medio eclesiástico internacional.

¿Debería resultar sorprendente el accionar de las cúpulas del Vaticano ante los delitos cometidos por el Cardenal Law en contra de las niñas y los niños de la iglesia? Por supuesto que no. Se trata de una más de las atrocidades que esta institución ha cometido a lo largo de su historia, y que están muy bien documentadas.

Pero lo que sí resulta no solo sorprendente, sino que también sumamente preocupante, es la actitud que asume la inmensa mayoría de la comunidad católica ante este proceder, caracterizada por el silencio y la incapacidad de confrontar a esta institución y exigirle que sea consecuente con los preceptos que pregona.

El caso del Cardinal Bernard Law, evidencia la dañina efectividad de los mecanismos de colonización de nuestras consciencias utilizados por la Iglesia Católica, que al someternos a su autoritarismo moral, nos convierte al mismo tiempo en sus cómplices.  Esto se observa cuando ante situaciones como esta volvemos la mirada hacia otro lado, o bien hacemos una defensa férrea de la iglesia ante las críticas y cuestionamientos que se le hacen.

Según diferentes medios de comunicación internacionales, en el funeral de Law, el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, no se refirió al escándalo en el que éste se vio envuelto y más bien afirmó que dedicó toda su vida a la Iglesia, y que «a veces a alguno de nosotros puede faltar a su misión».  Por su parte el papa Francisco, en su intervención realizó una oración en la que se pide que el fallecido reciba un «juicio misericordioso».

Esto ha generado malestar y una serie de críticas, entre las que se ha cuestionado por qué el papa, que se ha caracterizado por romper en ocasiones el protocolo de determinados rituales de la iglesia, esta vez no lo hizo, teniendo una justificación moral de tales dimensiones para hacerlo.

¿Qué importancia tiene para la cúpula romana el sufrimiento de cientos de niños y niñas ante la traición que durante 18 años vivieron a manos de quienes percibían como seres muy cercanos a Dios, de quienes esperaban guía y protección amorosa? El Vaticano ha evadido las críticas afirmando que se trató de un funeral y no de un juicio de la vida de Law, lo que parece indicar la poca necesidad que sienten sus líderes por dar las explicaciones del caso a pesar de sus nefastos antecedentes. Después de todo, saben muy bien que la inmensa mayoría no se las pedirá.

No se pretende con estas líneas hacer un llamado para oponerse a la Iglesia Católica como un todo, a la religiosidad o, más aún, a la búsqueda de la espiritualidad. No se pueden perder de vista las múltiples historias y testimonios de mujeres y hombres que a lo largo del tiempo han encarnado la misión original del cristianismo.  Tampoco se trata de incitar al odio, pues sería incurrir en la misma estrategia que ha utilizado esta institución para el logro de sus objetivos.

Para pensar en una sociedad racional, lúcida y capaz de exigir justicia ante cualquier afrenta a la dignidad humana, debemos ser capaces de liberarnos de ese temor paralizante generado por el autoritarismo moral proveniente de los fundamentalismos religiosos. Debemos redimirnos de este pesado y dañino lastre que habita nuestras consciencias.

 

Publicado en ELMUNDO.CR

https://www.elmundo.cr/cardenal-law-la-moral-la-iglesia-catolica/

 

Libertad religiosa y convivencia social

El 10 de diciembre se conmemora internacionalmente el Día de los Derechos Humanos. Uno de estos derechos fundamentales es el de la libertad religiosa o libertad de culto, entendido como el derecho de cada ser humano a elegir de forma libre y consciente su religión, o bien, a no profesar ninguna.

El fundamentalismo religioso atenta contra este derecho, pues parte de que su dogma, sus principios y valores responden a “la verdad”. Con base en esto justifica su insistencia de imponerlos a toda la sociedad, incluso de que el Estado adecúe su accionar a sus preceptos.

Esta lógica autoritaria, es opuesta a uno de los principios básicos para la sana convivencia social: no hacer al prójimo lo que no nos gustaría que nos hicieran,  o en otras palabras, no imponer al resto una religión bajo la idea de que es la única y verdadera, si no me gustaría que me impusieran otra por esa misma razón. Puede sonar contradictorio o absurdo pero así funciona; el proceder de los fundamentalismos religiosos no tiene que ver con el sentido común, el respeto al prójimo ni con la más elemental empatía.

Este ímpetu impositivo adquiere características muy peligrosas, porque puede incitar a la violencia, cuando grupos como “Despierta Costa Rica”, marchan hacia Casa Presidencial para exigir que el Ministerio de Educación Pública retire los Programas de Educación para la Sexualidad y Afectividad Integral y la renuncia de la Ministra de Educación, bajo la amenaza de que si no se cumplen sus demandas, movilizarán a madres y padres para que el próximo 8 de febrero no envíen a sus hijas e hijos a escuelas y colegios. En términos muy costarricenses, eso es “actuar a la brava”, imponer a la fuerza.  Recordemos que tanto nuestra Constitución Política (artículo 78) como la Ley N° 2160, “Ley Fundamental de Educación”, establecen tanto el derecho a la educación como la obligación del Estado de ofrecerla.

Esta postura atenta contra el derecho de todas aquellas personas que, con base en su libertad de culto, están de acuerdo con que sus hijos e hijas reciban este tipo de educación.

Otra característica de los fundamentalismos religiosos de la que no se habla, y de la que quizá no se tiene mayor consciencia, es que no solo puede atentar contra los derechos y la dignidad de a quienes se pretende someter, sino que también de quien somete. El mismo dogma patriarcal y autoritario que excluye, discrimina y condena, es de esperar que en determinado momento se torne en contra de quien lo profesa. Cuando se asume una posición que atenta contra la libertad de otros seres humanos, tarde o temprano se  termina atentando contra la propia libertad. “Porque con el juicio con que ustedes juzguen, serán juzgados; y con la medida con que midan, se les medirá.” (Mateo 7:2).

Por causa de lo anterior me parece muy válido, en estas épocas de arrebatos fundamentalistas,  el necesario ejercicio de la libertad religiosa.  Esto podría implicar, para quienes lo deseen, como un acto consciente y voluntario, dirigir la mirada hacia enfoques religiosos consistentes con la búsqueda del respeto a la dignidad y a los derechos humanos de todas las personas, o bien, hacia enfoques no religiosos con estos mismos objetivos.

Del ejercicio de este derecho se desprende la oportunidad de renovarse y crecer, de comprender con claridad los orígenes de las desigualdades, el malestar y la violencia social, y de asumir de forma libre y comprometida la responsabilidad de construir una sociedad capaz de convivir en términos de paz e igualdad.  Algo que sin duda agradecerán las futuras generaciones de este país.

 

Publicado en ELMUNDO.CR

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Violencia religiosa

El día de ayer se realizó la “marcha por la vida y la familia”, organizada por la Iglesia Católica costarricense. ¿Qué implicaciones y consecuencias tienen este tipo de eventos? Cuando se marcha para promover un único tipo de familia, se está dejando por fuera a las demás, se cuestiona su legitimidad y con esto su derecho a existir.  Cuando se marcha para reforzar la idea de que la pareja heterosexual es la base natural de la familia, se está promoviendo que las personas con otras orientaciones sexuales y diferentes identidades y expresiones de género sean percibidas como anormales o incapaces de conformar sus propios grupos familiares.

Las marchas que invisibilizan los objetivos y los importantísimos avances en los derechos humanos de las mujeres al reducirlos al tema del aborto, así como los objetivos de la lucha por los derechos humanos de las personas gais, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), refuerzan los mecanismos de discriminación  la violencia de las que han sido víctimas durante siglos.

Si se marcha contra el derecho de la niñez y la adolescencia de contar con una educación científica y fundamentada en el enfoque de derechos humanos, pregonando  información falsa o distorsionada, se ponen obstáculos para que se lleguen a superar los diferentes mitos,  estereotipos y el desconocimiento sobre la sexualidad que provocan embarazos en niñas y adolescentes, relaciones impropias, relaciones desiguales en términos de poder que se traducen en diferentes expresiones de discriminación y violencia.

La estrategia de la Iglesia es muy sencilla; se utilizan los múltiples estereotipos que abundan en el imaginario social y se satanizan al vincularlos con supuestos peligros que no cuentan con un fundamento real: una amenaza directa contra la familia “natural”; el aborto generalizado; personas que un día son hombres y otro mujeres; el adoctrinamiento para promover la homosexualidad y el lesbianismo; ideas que no se sustentan racional ni científicamente, pero que buscan provocar miedo y enojo en la ciudadanía con la finalidad de manipularla.

El dogma católico es a todas luces patriarcal, y la violencia machista está en la base de múltiples formas de violencia hacia las mujeres y las personas LGBTI. No se exagera cuando se afirma que pueden provocar la muerte.  En Costa Rica, en lo que va del año, han muerto 25 mujeres a manos de sus compañeros sentimentales; y también existen los crímenes de odio, los asesinatos de las personas LGBTI por causa de su orientación sexual e identidad de género.  Esto es tan real como la misma marcha de ayer, y por eso es que se utiliza el término violencia religiosa para hacer referencia a todas aquellas acciones u omisiones por parte de estas instituciones que atenten contra la dignidad del ser humano, sus derechos humanos y su vida.

No dudo que muchísimas personas participaron ayer de esta actividad con una buena intención; sin embargo, es importante reflexionar sobre el peso moral que puede tener una institución como esta sobre nuestras conciencias, dado su impresionante historial de violencia muy bien documentado desde sus inicios y hasta nuestros días.

Para quienes cuentan con una vocación o búsqueda espiritual, existen otros enfoques teológicos que abrazan la diversidad humana, cuya lectura no fundamentalista de los textos bíblicos no es discordante ni contradictoria con el enfoque del respeto a la dignidad y a los derechos humanos de todas las personas; ni con las enseñanzas de Jesús.

Es importante reflexionar y trabajar sobre nuestro potencial como sociedad para dar el salto de conciencia necesario que nos permita construir entre todas las personas una sociedad  igualitaria, pacífica y justa; y para ello debemos hacer prevalecer la información adecuada sobre los prejuicios, una mente lúcida y crítica ante el temor infundado, el amor sobre el odio.

 

 

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