Bisexualidad

Bisexualidad


Por Dr. Erick Quesada *

Cuando hablamos de diversidad sexual tomamos en cuenta dos variables: orientación sexual e identidad de género. Cuando nos referimos a la orientación sexual hablamos del sexo (hombre o mujer) hacia el que la persona  experimenta atracción física, sexual y emocional.  En el caso de la identidad de género, hablamos de las personas transgénero, que son aquellas que se identifican, en algún grado, con el género adscrito socialmente al sexo opuesto; es decir, hombres que se identifican con la feminidad y mujeres que se identifican con la masculinidad.

El caso de la bisexualidad tiene un carácter especial: muchas personas, incluso las que pertenecen a la diversidad sexual, no aceptan su existencia. Para muchas la bisexualidad responde a una etapa de transición hacia la aceptación de la propia orientación sexual –por ejemplo de una supuesta heterosexualidad a la homosexualidad-, y para otras se trata de una etapa propia de la adolescencia, donde los y las jóvenes podrían experimentar con ambos sexos como parte de su proceso de búsqueda y definición de su personalidad.

Sin embargo, diversos estudios demuestran que la bisexualidad es una expresión más de la sexualidad humana, tan legítima como el lesbianismo, la homosexualidad o la heterosexualidad. También se ha visto que es común que estas personas suelan experimentar una mayor atracción hacia uno de los dos sexos, lo que hace que muchas veces decidan comprometerse con un estilo de vida gay o lésbico, o por el contrario heterosexual.

No obstante, también hay casos donde la persona decide abrirse a la posibilidad de tener parejas de ambos sexos.  Lo importante en estos casos es que la persona bisexual adecue su estilo de vida a sus más genuinos intereses y necesidades, ya sea tanto a través del proyecto de conformar una familia; del poliamor (la capacidad de amar y compartir con dos o más personas simultáneamente) o de la pareja abierta (los(as) miembros(as) de la pareja deciden mantenerse unidos pero aceptan relaciones con otras personas esporádicamente), entre otras opciones.

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Hablar de sexo con la pareja

Sexualidad es tema tabú entre parejas

• No se habla abiertamente

Hablar sobre sexo continúa siendo un tema prohibido y las parejas no escapan de ello, aún entre ellas prevalecen tabúes

Por Angie López Arias alopez@prensalibre.co.cr

Hablar de sexo abiertamente aún sigue siendo un problema para muchas personas, debido a los tabúes que hay alrededor del tema. Incluso para los miembros de la pareja, que se supone tienen gran confianza entre sí, no es un asunto que puedan tratar fácilmente, lo que puede conllevar problemas.

Y es que la vida sexual de las parejas es un elemento importante de la relación porque permite fortalecer el vínculo y es la máxima expresión del amor que se tiene, por ello es fundamental que conversen sobre lo que les gusta, lo que esperan del otro y lo que quisieran mejorar, a fin de tener una sexualidad placentera y satisfactoria.

Para lograr este objetivo, es necesario que mantengan una comunicación fluida, pero transparente, para que puedan llegar a acuerdos en el plano sexual y, sobre todo, que eliminen mitos que prevalecen, así como inhibiciones que impiden un disfrute pleno y sano de la sexualidad entre ambos.

“La sexualidad es un tema tabú y las parejas no escapan de eso. Lo primero que ambos deben hacer es entablar una comunicación fluida y reconocer la importancia de hablar con transparencia y sinceridad de su vida sexual, no pueden dejar de conversar sobre ello, o conversar a medias”, explicó el psicólogo Erick Quesada.

Represión

Es vital que la pareja reconozca la necesidad de enfrentar los prejuicios que pueden tener para así permitirse hablar más libremente de la sexualidad y disfrutarla. Si bien es cierto muchas creencias erróneas son aprendidas desde corta edad, la información y la educación adecuadas son las vías para desmitificar.

“Desde pequeños somos educados a través de una concepción negativa de la sexualidad, esa educación que infunda temores, vergüenza y culpas hace que las personas no hablen del tema, hablen poco o no expresen sus sentimientos, son programaciones tan primarias que se arrastran por años hasta la adultez”, afirmó el experto.

Esa es para muchos una actitud represiva, pero que lamentablemente aún se sigue enseñando, lo que provoca que las personas no puedan gozar de su sexualidad porque moralmente sienten que están comportándose mal, esto inevitablemente causa problemas en las relaciones de pareja porque la vida sexual comienza a fallar.

Esa misma educación también impone estereotipos con respecto a la sexualidad, por ejemplo, la sociedad demanda que sea el hombre el que tenga más conocimiento sobre sexo y que sea quien tenga la responsabilidad de dar placer a la mujer, mientras a ellas se les pide que deben ser más pasivas, no tomar la iniciativa y mostrarse desinteresadas en el tema, pues de lo contrario, se les critica socialmente, creencias que deben ser erradicadas.

Conceptos clave

Quesada indicó que en la sexualidad hay dos conceptos claves: placer y satisfacción. El primero de ellos se refiere al placer físico que se obtiene a través de los encuentros sexuales y tiene que ver con las prácticas placenteras como las caricias, los besos y la estimulación.

La satisfacción, por su parte, tiene que ver más con el disfrute emocional y con la intimidad que debe establecerse entre las dos personas. Ambos elementos deben estar presentes en una relación de pareja y tienen que ir de la mano, lo ideal es que ningún componente esté solo, ya que así en algún momento podrían sobrevenir conflictos.  Además de esto, es importante que hablen acerca de las prácticas de estimulación que más prefieren, porque cada uno es diferente, tanto ella como él tienen zonas más sensibles que otras, saben que es lo que les gusta más, la frecuencia que quieren de las relaciones sexuales e incluso tienen fantasías que quisieran compartir.

“Si no se habla de esas cosas entre la pareja, se acumularan frustraciones que pueden llevar a conflictos. Otro aspecto importante es que deben innovar porque de lo contrario caen en una rutina que hace que el encuentro sexual vaya perdiendo atractivo, es conveniente que experimenten y que varíen frecuencia, lugares, posiciones”, aseveró Quesada.  Para el psicólogo, es vital en los comienzos de la relación una buena apertura al momento de conversar, no guardar sentimientos ni malestares, sino que siempre deben hablar con claridad sobre lo que desean, a fin de que la vida sexual sea placentera y satisfactoria y puedan así fortalecer más aún el vínculo que les unió.

“La pareja que hace el amor y está conectada logra un nivel de intimidad profundo que enriquece y  fortalece el vínculo, es una expresión pura y sana del amor”, puntualizó Quesada.

Tomado de www.prensalibre.co.cr

Niños criados por homosexuales y lesbianas

(Ponencia presentada por el Dr. Erick Quesada (en representación del Centro de Investigación y Promoción para América Central en Derechos Humanos) en audiencia ante la Comisión Permanente de Asuntos Sociales de la Asamblea Legislativa de Costa Rica, ante el proyecto de ley “Reforma del artículo 107 del Código de Familia, impedimento para que personas de la misma orientación sexual adopten menores de edad”. 18 de julio del 2007.)

 

 

            Sobre el tema en cuestión, es importante iniciar por señalar que la  Asociación Psiquiátrica Americana (APA), desde el año 1973, eliminó la homosexualidad del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.

 

            En este sentido, al día de hoy, no ha sido posible constatar con absoluta certeza qué da origen a la homosexualidad. Al parecer, se trata de la conjunción de una serie de factores genéticos, familiares y psicosociales, entre otros. Sin embargo, algo muy importante es que al estudiarlos a fondo, no muestran ninguna diferencia significativa con respecto a cómo se presentan en las personas heterosexuales.  No ha sido posible determinar aún ningún factor patológico ni psicopatológico relacionado con el origen de la homosexualidad.

 

            Lo que sostenemos es que la capacidad para criar a un(a) menor de edad no está en función de la orientación sexual ni de la identidad de género de la persona adulta. No hay estudios concluyentes que indiquen que personas gais, lesbianas, bisexuales o transexuales no puedan desempeñarse adecuadamente como padres y madres.

 

            Por ejemplo, según un estudio de Bailey y otros (1), (1978), no hay diferencia estadística en el número de hijos de madres lesbianas y padres gais que al crecer se consideran lesbianas y gais, comparado con las hijas e hijos de personas heterosexuales.

 

            Investigaciones realizadas no han mostrado diferencias significativas en la identidad y los roles de género por parte de hijas e hijos de familias homosexuales con respecto a hijos e hijas de parejas heterosexuales, lo que está indicando que el género se ve construido en gran medida por factores que van más allá de la estructura del grupo familiar. Por ejemplo, Richard Green (2), (1978), ha demostrado que los hijos e hijas de madres lesbianas no han tenido dificultades con su identidad de género.

 

             Contrario a lo que podría pensarse por causa de los mitos y estereotipos predominantes en nuestra sociedad, Gold y otros (3), (1994) sugieren a través de sus estudios que los padres gais muestran una actitud de mayor cuidado, se involucran más y ven su papel como padres de forma más positiva que los padres heterosexuales.

 

Una preocupación frecuente es que los hijos e hijas de personas homosexuales o parejas del mismo sexo puedan tener problemas en sus relaciones con otros niños y niñas o jóvenes, por causa de las “distorsiones” o “confusiones” que desarrollarían.  Sin embargo, en un estudio, Patterson (4) (1992), halló que niños y niñas con una madre o un padre homosexual desarrollan relaciones con sus pares similares a aquellos(as) con madre y padre heterosexuales.

 

Incluso, y en relación con la idea de que una familia “normal” debe estar constituida por un padre y una madre, Brewaeys (5) y otros (1989), con base en investigaciones empíricas, sugieren que no hay diferencias significativas entre niños y niñas que se criaron con su padre y los(as) que crecieron sin este.

 

 

Lo que importa no es la estructura del grupo familiar sino su dinámica psicoafectiva, es decir, la calidad de los vínculos…

 

 

En este sentido, hay algunas ideas que consideramos importantes señalar con respecto al tema de la familia y la dinámica familiar en la sociedad costarricense.

 

Por un lado, el concepto de familia contenido en nuestra Constitución Política y el Código de Familia -en tanto fundamentada en el matrimonio heterosexual monogámico- debe cambiar; por cuanto este tipo de familia no corresponde a la realidad de la constitución o de la estructura de un porcentaje importantísimo de las familias costarricenses.

 

Hoy sabemos que la tasa de divorcios se está incrementando, así como que hay una baja en la de matrimonios. Además, que hay un incremento sostenido de las familias uniparentales, en su mayoría con mujeres como jefas de hogar.  La diversidad de las familias costarricenses es algo que siempre ha existido; es algo que por sus implicaciones políticas, económicas y psicosociales no podemos obviar.

 

Por otro, es de suma importancia señalar que el concepto de familia vigente en nuestras leyes contiene un importante sesgo patriarcal; es decir, que se fundamenta en la idea de la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer y en el establecimiento de relaciones desiguales de poder con esta y con otros y otras miembros del grupo familiar, como pueden ser niños, niñas, adolescentes y personas adultas mayores.

 

Los siguientes indicadores de violencia intrafamiliar en Costa Rica dan fe de lo que se expone:

 

  • El número creciente de femicidios cometidos por el compañero sentimental o esposo de la víctima.

 

  • Los indicadores crecientes de violencia contra la mujer, niños, niñas, jóvenes y personas adultas mayores al interior de la familia, y de índole física, sexual, patrimonial y emocional.

 

  • Otros indicadores de disfuncionalidad familiar: abandono emocional, el creciente número de niños, niñas y adolescentes en condición de explotación sexual comercial, diferentes formas de trabajo infantil, la adicción de niños, niñas y adolescentes al alcohol, el tabaco y otras drogas y el aumento de casos de embarazos en jóvenes adolescentes, entre muchos otros. Condiciones que atentan claramente contra el principio del interés superior de niños y niñas.

 

  • Tal y como se señaló antes, la familia, en términos de su conformación heterosexual, no incide ni directamente ni únicamente sobre la orientación sexual de sus hijos e hijas, pues de lo contrario sería imposible concebir que un porcentaje importante de las personas gays, lesbianas, bisexuales y transgénero nacieron y crecieron en una familia heterosexual.

 

  • Se ha tratado de argumentar en contra de la adopción de menores por parte de personas o parejas homosexuales, con base en la discriminación de la que serían víctimas por causa de su estructura familiar. Sin embargo, al respecto, sentimos importante plantear dos inquietudes: ¿En el caso de provenir de una familia aparentemente heterosexual, o de padre o madre que aparenten serlo, no podrían ser igualmente víctimas de discriminación por causa de su acento, nacionalidad, color de piel, credo religioso, orientación sexual y condición social, entre otros?  Y de ser así, ¿no debería ser la familia, entendida como aquel grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas, el entorno más indicado para dar el sostén emocional y para facilitarle al niño o la niña la elaboración más adecuada del impacto de dichas formas de discriminación?  Pensamos que este argumento implica la idea de que hay que discriminar por causa de la discriminación; lo que, a todas luces, consiste en un delito de leso derecho natural, y para efectos legales, de leso derecho constitucional.

 

De ninguna manera queremos con esto cuestionar la estructura de la familia heterosexual ni a las familias compuestas por parejas heterosexuales, sino más bien señalar que es la dinámica el componente fundamental –y no la estructura-, de lo que depende que se vele y se cumpla a cabalidad con el interés superior del niño y la niña.

 

Para concluir, me parece que de lo expuesto se desprende que lo realmente importante y urgente en nuestro país es que los esfuerzos que realizamos desde los diferentes ámbitos, frentes y sectores del quehacer nacional se dirijan también a impulsar una trasformación de nuestra visión de mundo predominantemente patriarcal y de su consecuente sistema de valores, de manera que se promuevan el verdadero respeto y cumplimiento de los derechos humanos y la convivencia más respetuosa, solidaria y pacífica posible entre todos y todas.

 

 

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(1) Por ejemplo ver J.M. Bailey, D. Bobrow, M. Wolfe y S. Mikach. “Sexual Orientation of Adult Sons of Gay Fathers,” Developmental Psychology, 31 (1995) 124-129.

 

(2) R. Green, “Sexual Identity of 37 Children Raised by Homosexual or Transsexual Parents,” American Journal of Psichiatry, 135 (1978) 692-697).

 

(3) M.A. Gold, E.C. Perrin, D. Futterman y S.B. Friedman, “Children of Gay and Lesbian Parents,” Pediatrics in Review 15:9 (September 1994).

 

(4) C.J. Patterson: “Children of Lesbian and Gay Parents,” Child Development, 63 (1992) 1025-1040.

 

(5) Brewaeys et al. “Donor insemination: Child Development and Family Functioning in Lesbian Mother Families with 4 to 8 Year Old Children”, próxima publicación; documento facilitado a IGLHRC por cortesía de la organización belga Tels Quels; cita de M. Stevenson y K. Black, “Parental Absences and Sex Role Development, a Meta-Analysis”, Child Development, 59 (1988) 793-814; E. Hetherington, “Coping with Family Transitions: Winner, Losers and Survivors,” Child Development, 60 (1989) 1-4.