Autorrealización en el trabajo

Autorrealización en el trabajo

Los hombres pasamos aproximadamente una tercera parte de nuestra vida adulta dedicados al trabajo. ¿No debería ser entonces algo sumamente placentero?

Por Dr. Erick Quesada*

A pesar de esto, en muchas ocasiones se le concibe como el inevitable “yugo” que nos permite cumplir con los compromisos económicos adquiridos -mantener a la familia, pagar el carro, la universidad, etc.- y poder llegar concretar a futuro nuestros sueños y anhelos, como llegar a tener casa propia o jubilarse con una buena pensión. En otros casos, a lo anterior se suma el deseo de alcanzar cada vez mayores ingresos económicos, estatus y poder, ya sea en nuestro centro de trabajo o en nuestro campo profesional.

Es poco común que percibamos al trabajo como el quehacer que también nos brinda la oportunidad de sentirnos creativos y productivos, así como también de crecer y aportar al medio en el que nos desenvolvemos a través de lo que verdaderamente nos gusta hacer. El psicólogo humanista Abraham Maslow,  dijo que en los seres humanos hay una tendencia innata a sacar el mayor partido posible de sus propios talentos y potencialidades, la que llegó a considerar una necesidad; la de autorrealizarse.  En este sentido, el trabajo adquiere una dimensión aún más amplia, una importancia, si se quiere, de índole trascendental en nuestras vidas.

Las demandas sociales

A pesar de ello, y por lo general, autorrealizarse en el trabajo no resulta tan sencillo. Los hombres hemos sido educados para ser masculinos, y eso implica el elegir un oficio o profesión “de hombre”.  Los diversos estereotipos sociales hacen que muchas veces se vea como singular, cuando no extraño, que un hombre estudie, por ejemplo, Educación Preescolar, o se desempeñe en alguna otra profesión concebida socialmente “de  mujeres”.

Algo similar puede suceder cuando descubrimos que una mujer, sobre todo si nos resulta muy femenina y atractiva, estudia, por ejemplo, Mecánica Pesada. El impacto de las demandas sociales hace que en muchas ocasiones no escuchemos esas voces internas que nos hablan acerca de nuestras verdaderas vocaciones y aptitudes, haciéndonos muchas veces elegir de forma equivocada, y con esto disminuyendo las posibilidades de disfrutar de todas las satisfacciones que el trabajo nos puede ofrecer.

Esto suele suceder incluso en aquellos casos donde la persona ha elegido la profesión u oficio adecuado, pero no trabaja en el campo de su preferencia, sino en aquel en el que gana más dinero.

Las condiciones laborales

El lugar de trabajo y el ambiente laboral también cumplen un papel fundamental en la autorrealización. Durante los últimos años, diversas empresas alrededor del mundo han llegado a percatarse de que la calidad de sus procesos productivos depende más de los seres humanos que de tecnología de la que disponen. En algunos países como Japón, que van a la vanguardia en el campo de la Administración y de la Teoría de la Organización,  se dieron cuenta de que aunque implementaron procesos de cambio como el rediseño, la calidad total y la reingeniería, no se obtenían los resultados esperados.

Se dieron entonces a la tarea de «humanizar» a las organizaciones y empresas,  focalizando sus esfuerzos en brindar a sus colaboradores las condiciones para el desarrollo de destrezas tales como la creatividad, la toma de iniciativa, la capacidad de trabajar en equipo, la capacidad propositiva y la sensibilidad para descubrir sus potenciales internos y explotarlos en el entorno laboral. Dentro de los resultados obtenidos, se encuentra un mayor disfrute del trabajo y una disminución significativa de los niveles de estrés en las personas.

El trabajo en su vida

Si usted trabaja actualmente, los siguientes factores asociados a la autorrealización laboral podrían resultarle interesantes:

  • El trabajo, en términos de sus tareas, funciones y responsabilidades, le otorga a la persona un lugar dentro del centro de trabajo, una sensación de pertenencia.
  • Contribuye a la autoestima y estimula el desarrollo de valores.
  • Satisface tanto necesidades materiales como emocionales, por ejemplo las de seguridad y reconocimiento.
  • Proporciona la posibilidad de establecer amistades, una red de apoyo y solidaridad.
  • Promueve la creatividad y la oportunidad de crecer profesionalmente y como persona.

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Egoísmo positivo

Egoísmo positivo


Por lo general, cuando escuchamos la palabra egoísmo, pensamos en su significado habitual: la actitud de anteponer los propios intereses, necesidades y deseos a los de los demás; aun por encima del bienestar o del bien común. Se le concibe como un defecto moral o como una señal de inmadurez, pues la persona tiene dificultades para pensar, sentir y actuar de forma solidaria, respetuosa y tolerante.  De lo que poco se habla, es que existe otro tipo de egoísmo: el positivo.

A través de éste, la persona ha desarrollado la capacidad de identificar sus prioridades, necesidades y anhelos y de actuar en estricto apego a los mismos, mientras que se relaciona con quienes le rodean de forma flexible y comprensiva, haciendo uso de un diálogo negociador y conciliador. Aunque difícil de creer, esto no sólo es posible, sino que también sumamente sano.

El egoísta positivo ha aprendido que la mejor forma de transitar por la vida es siendo fiel a sus convicciones,  vocaciones y pasiones; pues sabe que éstas son las mejores consejeras a la hora de tomar decisiones correctas, y de seguir el camino debido. Sabe que el mejor indicador de que está haciendo las cosas bien es la certeza que experimenta desde su interior; por lo que es poco común verle actuando y pensando como los demás para sentirse “normal” o uno más de los que están “en todas”.

Ha llegado a la conclusión de que lo que da verdadero sostén a la sensación de identidad y de autenticidad es el compromiso constante con lo que hace, con lo que por lo general se gana la vida.  Como está más en contacto consigo mismo, con su propia humanidad, posee una mayor capacidad de establecer relaciones íntimas y solidarias con sus semejantes, así como de identificarse fácilmente con sus circunstancias – cualesquiera que estas sean- pues le resultarán muy familiares.

Una persona egoísta –del tipo egoísmo positivo- es capaz de ver más allá de lo aparente y de lo superficial, por lo que disfrutará de aquellos detalles y las señales que nos ofrece la cotidianidad, pero que solo pueden ser percibidos por quienes están deseosos de observarlos. Que diferente serían las cosas si todos fuéramos endiabladamente egoístas…

Efectos positivos de la risa

Por su salud… ¡Ríase!

– La risa encierra un gran potencial curativo tanto para el cuerpo como para la mente

Por Dr. Erick Quesada*

Diversos estudios realizados en los últimos años han demostrado que la risa estimula nuestro sistema defensivo, lo que puede prevenir la aparición de muchas enfermedades, colaborar en la mejoría de algunas de ellas y hacer llevaderas las más serias.

La risa provoca una serie de respuestas fisiológicas muy beneficiosas para nuestro cuerpo que también influyen sobre nuestro estado mental y emocional. Por ejemplo, produce la liberación de unas hormonas llamadas endorfinas, que como parte de sus funciones mantienen la elasticidad de las venas y arterias y estimulan el sistema límbico, que es la sede de las emociones en el cerebro, generando con esto bienestar y equilibrio emocional. Además, libera tensiones acumuladas en la columna vertebral, mejora la respiración y la oxigenación y retarda la aparición de las arrugas, pues tonifica los músculos de la cara. Si usted es de las personas a las que le interesa cuidar su peso, le interesará saber que con 15 minutos de risa se llega a quemar tantas calorías como en una larga caminata o un paseo en bicicleta.

Hombres sonrientes

Los hombres estamos sometidos en la actualidad a un sinnúmero de situaciones estresantes, muchas de las cuales responden a los diferentes roles masculinos que hemos asumido y que provienen de nuestro entorno social. De esta manera, tener que luchar por ser cada vez mejores proveedores y competir constantemente por obtener el ansiado reconocimiento y estatus en el trabajo, por ejemplo, pueden constituirse en importantes y hasta riesgosas fuentes de estrés, si de salud se trata.

Por eso la importancia de aprender a reírnos de nosotros mismos cuando nos sorprendemos en situaciones en las que nos exigimos más de la cuenta, o cuando le otorgamos una importancia desmedida a algo que en realidad no lo merece. Reírse de uno mismo, sin caer en la ironía o en el exceso, nos ayuda a evitar que asumamos actitudes rígidas, cargadas de frustración e ira, y que nos encontremos presos de patrones y hábitos que en realidad no tienen sentido.

¿De qué reírse?

Reírnos hace que la vida sea más llevadora y puede ayudarnos a distinguir entre lo que es realmente importante en la vida de lo que no lo es. Muchas veces al recordar  momentos felices y significativos, nos encontramos con aquellos en los que reíamos y disfrutábamos espontáneamente en compañía de nuestros seres queridos, amigos u otras personas importantes en nuestra vida.

Aunque en realidad somos capaces de reírnos por múltiples motivos,  es preferible no hacerlo de chistes o situaciones en las que se haga burla, por ejemplo, de la nacionalidad o del color de la piel de otras personas, pues aunque igual nos terminemos riendo, estamos reforzando actitudes negativas como la intolerancia y la discriminación, que al final de cuentas no producen en nosotros ningún efecto positivo ni saludable. Como poder curativo, la risa se está convirtiendo en un elemento importante en las terapias que se aplican actualmente en hospitales infantiles y de personas adultas mayores en diferentes partes del mundo. Poder reír es un acto gratuito del que puede disfrutar cualquiera. Al hacerlo no sólo nos procuramos salud a nosotros mismos, sino que también a todas aquellas personas que nos rodean.

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La zona de comodidad

La zona de comodidad

– No reconocer que tenemos la necesidad de crecer y superarnos implica un  costo emocional y vital

Por Dr. Erick Quesada*

Nos referimos a la «zona de comodidad» como el conjunto de actividades que realizamos en nuestra vida cotidiana, y que nos hacen experimentar una sensación de relativa tranquilidad y seguridad.  Incluye formas de pensar, sentir y actuar “cómodas”, y pueden abarcar todas las áreas de nuestra vida: trabajo, familia, estudios y diversión, entre otras.

Aunque en primera instancia podría resultar placentero permanecer en ella, con el paso del tiempo podría convertirnos, aún sin darnos cuenta, en personas rutinarias, conformistas, inseguras y muy parecidas a la gran mayoría. Esto sucede cuando, luego de permanecer demasiado tiempo en esta actitud nos acostumbramos a la misma, lo que hará más difícil que al intentar realizar un cambio lo hagamos con la certeza y el entusiasmo necesarios.

Hacer cambios para mejorar puede traer consigo múltiples ganancias, entre las que están hacer amistades, aumentar la confianza en uno mismo, adquirir nuevos conocimientos, desarrollar diversas habilidades y vivir experiencias enriquecedoras; es decir, crecer como personas y, por qué no, alcanzar mayores niveles de éxito en lo que hacemos.

Por lo general, esta “comodidad” esconde un temor a crecer, a tomar riesgos y a enfrentar y superar miedos e inseguridades, por lo que nos defendemos ante la posibilidad de hacer cambios diciendo cosas como “así estoy bien, no necesito complicarme la vida”. Pero también esta actitud está condicionada por factores culturales y de educación. En nuestra sociedad costarricense carecemos de una  cultura de la superación personal. No hemos logrado todavía tomar conciencia de que los seres humanos tenemos la capacidad -y por lo tanto la necesidad- de explotar al máximo posible nuestras potencialidades, y que esto encierra la posibilidad de otorgarle un sentido personal y profundo a nuestra vida; lo que a su vez  se constituye en una fuente permanente de motivación para los diferentes ámbitos y etapas de la misma.

No hemos logrado despertar de ese sueño en el creemos que valores como consumir y acumular nos llevarán irremediablemente a alcanzar la felicidad; cuando en realidad se tornan inútiles cuando de buscar satisfacciones más profundas y duraderas para la vida se trata. En el estilo de vida orientado hacia la superación personal, el dinero y los objetos materiales se convierten en medios para alcanzar metas de índole superior, como lo pueden ser saber para qué vamos a vivir la vida y cómo es que realmente queremos vivirla.

El precio de la comodidad

Las personas tenemos la capacidad de aprender, asombrarnos y renovarnos constantemente, de ampliar nuestros horizontes y de apropiarnos y explotar nuestras habilidades. La “zona de comodidad” es un estado de inmovilidad, de no crecimiento, por lo que difícilmente una persona en esta condición pueda sentirse realmente viva y ejerciendo control sobre su vida.

Aunque puede sonar contradictorio, el verdadero equilibrio y la estabilidad personal se alcanzan a través del cambio permanente que implica la búsqueda de la superación. Por esto, una sensación sana de comodidad es aquella que se desprende del acto de crecer y mejorar mientras avanzamos en el logro de los objetivos que nos hemos planteado como parte de nuestro proyecto de vida.

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