¿Preferencia sexual u orientación sexual?

¿Es lo mismo hablar de orientación sexual que de preferencia sexual?

No es lo mismo.  La orientación sexual no se elige, no es un asunto de preferencia. Las personas no podemos elegir si queremos ser gais, lesbianas, bisexuales o heterosexuales.  Lo que sí podemos hacer es elegir el estilo de vida que más se adecúe a nuestras necesidades y deseos en función de nuestra orientación sexual.

En este punto hay que recordar que las orientaciones sexuales no son “puras”, es decir, que no todas las personas son, por ejemplo, puramente heterosexuales o puramente gais o lesbianas.  El reconocimiento de esta condición y la posibilidad de  vivirla a través de la concepción de novedosos estilos de vida es un acto de libertad que está por conquistar.

Publicado en Revista Gente 10

¿Tolerancia o respeto hacia las personas sexualmente diversas?

Algunas personas dicen que hay que tolerar a las personas sexualmente diversas, mientras que otras afirman que se les debe respetar y aceptar. ¿Se está hablando de lo mismo?

     En realidad no es lo mismo tolerar que respetar.  Una vez escuché a una persona decir que es tolerante de las personas homosexuales porque si una de ellas se llegara a sentar a su lado en el bus no se movería de su asiento…  La expresión evidencia claramente la homofobia que padece.  Aunque tolerar significa admitir de otras personas una forma de actuar o pensar diferente a la propia, no debemos dejar de lado que otro significado del término podría ser soportar algo que en realidad resulta molesto, que incomoda.

     Por ejemplo, alguien podría decir: “tengo que tolerar a mi jefa con todo y su mal carácter”, o “puedo tolerar este dolor de estómago hasta que terminen las clases”.  Otra frase cargada de homofobia y que va en la misma dirección es: “a mí no me importa tener compañeros gais en el trabajo, yo comparto con ellos pero eso sí que no se les ocurra echarme el cuento o ponerse cariñosos conmigo”.

     Este decir encierra una serie de estereotipos sobre esta población.  Aceptar y respetar es otra cosa. Respetar es concebir a esa  persona diversa sexualmente en toda la amplitud de su humanidad, como un ser integral que no puede ser reducido a su orientación sexual y/o a su identidad de género. Consiste en reconocer a esa persona en aquellos componentes que nos identifican, que nos hacen iguales, que nos hermanan. Esta capacidad está fundamentada en un análisis crítico de la realidad, en la toma de conciencia de que lo que nos han enseñado sobre la sexualidad humana está atravesado por un sinnúmero de mitos y estereotipos, y que los mismos pueden ser muy dañinos para las personas que pertenecen a la diversidad sexual, así como para sus familiares y personas cercanas.

     Quienes saben respetar han dado un paso más allá en su crecimiento personal; han logrado superar sus propios prejuicios, han aprendido sobre la humanidad y sobre su propia humanidad.  Quienes han logrado esto saben que todos/as, mujeres y hombres, a pesar de nuestra orientación sexual y nuestra identidad de género sufrimos, aunque está claro de manera diferente, de la opresión de un sistema patriarcal que nos obliga a ser heterosexuales monógamos(as), a casarnos y tener hijos(as) para cumplir con los mandatos de lo “normal” y lo deseable. Dicho de otra forma, quien verdaderamente se saber respetar y aceptar según sus propias características y condiciones, será capaz entonces de respetar y aceptar a las demás personas, sin importar las diferencias.

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Actualizar relaciones de pareja

En una ocasión escuché decir a alguien que las relaciones de pareja hay que “actualizarlas”. ¿Quiero saber de qué se trata esto?

     Actualizar una relación de pareja significa adecuarla a los cambios que tanto las dos personas como el entorno de las mismas pueden sufrir. Se encuentra una fuerte tendencia a que las parejas mantengan las mismas reglas, hábitos o distribución de responsabilidades a través del tiempo, sin embargo las personas cambiamos, como pueden cambiar nuestro trabajo, situación económica, prioridades, preferencias, etc.

     Para actualizar una relación de pareja es necesario abrir los espacios para la comunicación, para el análisis de lo que está pasando, de cómo hace sentir a las dos personas y para tomar las decisiones que mejor den respuesta a lo que acontece. Esta práctica tan poco común debería darse no solo cuando la pareja atraviesa un proceso de cambio, sino que con cierta regularidad, cada seis meses por ejemplo, pues aporta a que la misma tome consciencia de las particularidades de su propia dinámica. En otras palabras, actualizar la relación de pareja es una forma de darle “mantenimiento preventivo” a la misma.

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Roles de «hombre» y de «mujer» en relaciones gay

Se dice mucho entre la gente de ambiente que en una pareja gay uno hace del hombre y el otro de la mujer.  ¿Es cierto eso, funciona bien?

     Este es un tema del que se escucha en ocasiones. Su origen puede estar en el hecho de que vivimos en una cultura heterosexista, por lo que hemos aprendido que en una relación de pareja alguien tiene que ser “el hombre”, es decir asumir actitudes masculinas, y alguien “la mujer”, asumiendo una posición más tradicionalmente femenina.

     En realidad esta distribución de roles o actitudes no beneficia a ningún tipo de relación de pareja, pues en el fondo se haya claramente una relación de poder dañina. Recordemos que nuestras sociedades patriarcales funcionan según el sexismo, es decir, ese defecto socialmente condicionado de creer y actuar en función de la supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres. Por esta razón, a los hombres, como parte de su proceso de tornarse masculinos, se les promueve ejercer un poder entendido como dominación; en donde se busca que logren estar por encima de las demás personas, competir, ser fuertes, racionales, valientes, etc.

     En las relaciones de pareja debe ser el líder, quien tome la iniciativa, el que se haga escuchar, pero como decía antes, a través de la sumisión de la otra persona. En este mismo sentido, las mujeres son enseñadas a asumir actitudes tradicionalmente femeninas, que van dirigidas a mostrarse más sumisas, receptivas, dependientes e inclusive frágiles con respecto a la figura del hombre masculino.  Este tipo de relaciones de poder al interior de la pareja no son sanas para ninguna de las partes. En el caso de las mujeres, o mejor diríamos para quien asuma una posición más receptiva, significa el tener que ceder en algún sentido, el no poder autoafirmarse totalmente a través del desarrollo de sus capacidades para tomar decisiones, para hacer una vida más independiente y autónoma.

     En el caso de los hombres o de quienes asuman una posición dominante, implica algún grado de renuncia a desarrollar aquellas habilidades emocionales que le permitan relacionarse de forma más igualitaria, empática y respetuosa, además de ser más autónomas, de aprender a cuidarse a sí mismas, a desarrollar su propia sensibilidad. En otras palabras, una relación de pareja sana es aquella en la que no se establecen relaciones de poder a través de la imposición, de los tradicionalismos, sino en la que se construye un vínculo a través del diálogo, de la búsqueda de la mayor equidad y respeto posibles. Son relaciones en las que ambas partes tienen la posibilidad de crecer como seres humanos, de descubrir otras facetas y dimensiones de sí mismas y de sus parejas. Esto a su vez, facilita que la comunicación sea más transparente y efectiva, algo que sin duda es un pilar fundamental para este tipo de relaciones.

     En pocas palabras, sin importar el tipo de pareja (gay, lésbica, heterosexual) de la que estemos hablando, lo importante es romper con los roles tradicionales patriarcales para descubrir formas más sanas y productiva de relacionarnos.

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