La verdadera amenaza a la vida y la familia en Costa Rica

Desde siempre ha habido personas LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, intersexuales, transgénero) en nuestra sociedad. Si significaran algún peligro o amenaza, me parece que hubiera quedado evidenciado desde hace muchísimo tiempo. Desde la marginalidad a la que les ha sometido el resto de la sociedad, han desempeñado todos los roles posibles, y han aportado exactamente igual al desarrollo del país. Tengo amigos y amigas LGBTIQ a quienes quiero y admiro profundamente, a quienes considero mi familia.

¿Por qué los derechos de la población LGBTI y una educación de la sexualidad laica e inclusiva, que aborde temas como la orientación sexual y la identidad de género son considerados una amenaza para la familia y la vida? La familia es un grupo de personas vinculadas mediante el cuido y crecimiento mutuos, en el plano más amplio del amor. El modelo oficial padre-madre-hijos(as) es tan solo uno de tantos que puede haber. No hay nada de malo en las familias no oficiales si los vínculos que articulan las relaciones entre quienes las conforman son de respeto, igualdad y amor.

Quienes “defienden” la vida y la familia, lo hacen desde dogmas religiosos y otras posturas profundamente patriarcales, misóginas, excluyentes y discriminatorias hacia la población LGBTI. Diversos estudios demuestran que las sociedades patriarcales funcionan con base en el establecimiento de relaciones desiguales de poder, que con facilidad se traducen en múltiples expresiones de abuso y violencia al interior de las familias: violencia contra las mujeres (física, sexual, patrimonial y psicológica), contra niños(as), adolescentes, personas adultas mayores. En Costa Rica, se cometieron 24 feminicidios en 2016, pero no se vio a los grupos «pro vida y pro familia» manifestarse.

La violencia machista sí es una verdadera amenaza para la vida y las familias en Costa Rica.

Durante años trabajé como psicólogo en la Clínica de Atención del CIPAC, que recibía a personas LGBTI. Ahí tuve la maravillosa oportunidad de constatar, durante cientos y cientos de horas de trabajo, que no hay absolutamente nada malo, anormal, perverso o inmoral en relación con su orientación sexual, identidad y expresión de género; pero que lo que sí puede calificarse como tal es el odio, el desprecio, la discriminación y la violencia contra estas personas. También, pude determinar el profundo daño y sufrimiento que esta fobia social puede provocar en estas personas, de cómo atenta contra sus derechos más fundamentales y su dignidad.

Me cuesta comprender cómo tantísima gente que habla de amor al prójimo como un principio fundamental de su credo, es incapaz de experimentar la mínima empatía; de por lo menos informarse y reflexionar a fondo sobre sus actitudes y estereotipos. Pero bueno, una cosa es hablar de amor al prójimo y otra sentirlo genuinamente.

De mi paso por el CIPAC, aprendí que la orientación sexual, la identidad y expresión de género nos hace simple y asombrosamente diversas a la personas, y que es mucho más lo que nos identifica y hermana que lo que nos hace distintas. Somos profundamente iguales en lo primordial, congéneres en búsqueda de otorgarle un sentido a nuestro paso por este lugar.

Cuando participo en la Marcha de la Diversidad, no son pocas las veces que me conmuevo. Tal vez porque en distintas situaciones de mi vida me he sentido marginado por alguna razón, me siento parte de ese espíritu, igual a todas aquellas personas que por diferentes motivos se atreven a decir: ¡aquí estoy, y exijo un mundo diferente para vivir! Siento en esos momentos que todas las personas somos una, y me embarga la certeza de que cada vez serán más las que se sumen al trabajo que hacemos desde nuestros diferentes quehaceres y causas por construir una sociedad más racional, pacífica y justa: por la vida y las familias en Costa Rica.

LGBTIQ fobia previo a la Marcha de la Diversidad en San José, 25 de junio 2017

«NO ESTOY DE ACUERDO CON LO QUE DIOS NO ESTÁ DE ACUERDO, YO SOY CRISTIANO(A).»

Es en resumen lo que he estado escuchando de algunas personas sobre la Marcha de la Diversidad de mañana.

Les diría tres breves cosas:

1. La idea que usted tiene de Dios es una de las múltiples ideas que puede haber. Si usted decidió que es la correcta y verdadera, y eso le ayuda en algo, es un asunto muy suyo. No imponga su forma particular de ver a Dios si a usted no le gustaría que le impusieran otras formas de verlo. Existen miles de millones de personas en este mundo con ideas de Dios muy diferentes a la suya.

2. Existen numerosos estudios teológicos serios y bien fundamentados que indican que no hay razones para pensar que en la Biblia se condene la homosexualidad. Si a usted le vendieron esa idea, tome en cuenta que muchas iglesias son profundamente patriarcales y heterocentristas (sólo aceptan la heterosexualidad), y que estos principios son responsables de altísimas dosis de sufrimiento y muerte en nuestras sociedades. Hay que tener mucho cuidado de dónde vienen las ideas o interpretaciones de lo que es Dios.

3. Tome en cuenta que, muy cómodamente, usted podría estar responsabilizando a su idea de Dios de su propia homo, lesbo, bi, trans, inter fobia. Esto es un desagradable defecto que sin duda provoca mucho daño a otros seres humanos, que son iguales en derechos y en dignidad a usted. Si quiere acercarse verdaderamente a los principios cristianos, puede empezar por predicar el amor encarnándolo, de lo contrario corre el riesgo de ser simple y tristemente un(a) cómplice más de esta sociedad en la que abundan el odio, las desigualdades y las injusticias.

18 de Junio Día del Padre

Ejercer la paternidad es una oportunidad para navegar por las profundidades del significado de la sensibilidad, la ternura y la empatía…

Para aprender y apropiarnos de la lógica fundamental de la vida, de sus cadencias y variaciones, de fluir deliberadamente con la misma…

Para desarrollar la capacidad de percibir y habitar un mundo insospechadamente pleno de matices emocionales, vívido; que ha sido opacado por la racionalidad y el entumecimiento emocional…

Para descubrirnos en nuestras dimensiones humanas más profundas, y apropiárnoslas con todo su poder transformador…

Feliz día de los padres y los seres humanos que tenemos el derecho y la capacidad de ser…

Masculinidad y acoso sexual callejero

Dr. Erick Quesada Ramirez - Psicologo Mente Sana
Dr. Erick Quesada R.

Si usted es hombre, muy probablemente ha vivido esta experiencia: usted viene caminando por un lugar solitario, y una mujer se aproxima hacia usted en dirección contraria. Conforme ella se acerca, frunce el ceño y al pasar a su lado da la impresión de que teme que usted le haga o le diga algo, porque se distancia más de lo necesario con evidente recelo. Es muy posible que esa mujer, al igual que   la inmensa mayoría, haya sido víctima de hostigamiento sexual callejero, incluso desde que era una niña.

Nos focalizaremos en el acoso sexual callejero cometido por hombres hacia mujeres, que es el que se da en la gran mayoría de las veces, y que consiste en hacer comentarios de índole sexual que por lo general son sumamente vulgares y ofensivos, realizar miradas lascivas hacia las partes íntimas, hacer sonidos con la boca, violentar el espacio vital y realizar tocamientos en contra de la voluntad de las víctimas, con la intención de atemorizarlas y humillarlas.

Acoso sexual callejero y machismo

En las sociedades machistas, en múltiples situaciones y contextos las mujeres son cosificadas, reducidas a una especie de objeto sexual destinado al placer de los hombres. Esto implica que se les desprende de su humanidad en el sentido más amplio, así como de su dignidad como personas. Hay mucho detrás de un acto tan común en las calles, y que hemos aprendido a ver como parte de la cotidianidad, sin dimensionar ni remotamente el impacto que puede tener para las víctimas.

Uno de los componentes fundamentales del machismo es la misoginia, que es el desprecio e incluso el odio aprendido socialmente hacia las mujeres y hacia lo femenino, y que se ve claramente manifiesto en el acoso sexual callejero. En el espacio público, las mujeres se convierten en objetos para ver, desear, humillar y someter. El acoso sexual callejero es una clara y evidente expresión de un abuso de poder, de cómo muchos sienten que tienen el derecho de provocar en sus víctimas tales sensaciones de miedo, frustración y vergüenza.

Y algo que hace más preocupante este fenómeno, es que no son pocas las veces en que tanto mujeres como hombres responsabilizan a las víctimas por recibir el este tipo de acoso, en lugar de poner la debida atención sobre quiénes lo cometen y por qué razones. “Es que andan muy escotadas y con enaguas muy cortas, y después no quieren que les digan nada”; “se ponen a andar por lugares solitarios y luego no les gusta que las toquen” o “ella se lo buscó, por andar tan maquillada y con ropa ajustada”.

Es impresionante cómo en el machismo, naturalizamos la conducta de acoso sexual hacia las mujeres y las responsabilizamos a éstas de algo que no desean. Se denomina acoso porque produce molestia, porque atenta contra la integridad emocional y física de las víctimas. Tenemos que llamar a las cosas por su nombre: el acoso sexual callejero es una forma de violencia.

Las mujeres, sin importar su edad, tienen derecho a transitar de manera libre y segura por los espacios públicos y de utilizar el transporte público sin ningún tipo de temor. Tienen derecho a vestir según sus preferencias, el clima o la moda. El asunto de fondo aquí no es cómo las mujeres decidan vestirse, sino el derecho que sienten muchos hombres de violentarlas.

Disminuida empatía

En el trabajo con grupos de hombres, suele ser común que al abordar este tema reaccionen con molestia, y tiendan a responsabilizar a las mujeres de recibir acoso sexual callejero, cuando comúnmente afirman que: “bueno, es que hombre es hombre, y muchas se visten para provocarlo a uno”. Sin embargo, es muy interesante observar lo que sucede cuando, mediante ejercicios consistentes en  imaginar situaciones,  es una mujer querida para ellos (una hija, su hermana o su esposa), la que es víctima de esta forma de acoso.

Ante esta situación, por lo general experimentan un fuerte enojo hacia el agresor, al cual muchos indican que sienten fuertes deseos de agredir físicamente. ¿Por qué reaccionamos de manera tan diferente en función de si es una mujer conocida o no, si el acto violento es el mismo y el impacto negativo que produce puede ser tan similar? Sin duda, esto nos lleva a uno de los grandes temas que los hombres tenemos que trabajar: nuestras concepciones, contradicciones y ambivalencias en torno a las mujeres y lo femenino; de la mano del desarrollo de la empatía (la capacidad para ponernos en el lugar de otra persona para comprender sus circunstancias y sentimientos), como una habilidad fundamental para la vida y la convivencia social.

Desnaturalizar la violencia

En muchos países, desde hace ya varios años, los hombres nos hemos organizado para reunirnos y reflexionar sobre nuestras masculinidades, sobre las formas en que fuimos enseñados a ejercer el poder, de cómo nos vinculamos con quienes nos rodean en los diferentes espacios en los que nos desenvolvemos y con nosotros mismos.

La construcción de las identidades masculinas implica la represión de un buen número de sentimientos y sensaciones, nos orienta a la dureza, la racionalidad y el distanciamiento emocional. Sin embargo, como se ha visto, este aprendizaje puede ser desmontado para asumir libre y responsablemente el proceso de apropiarnos de nuestro mundo emocional, lo que resulta una condición básica para el replanteamiento del ejercicio del poder machista y para construir formas alternativas, igualitarias y productivas de vincularnos. Asumamos el acoso sexual callejero hacia las mujeres con mirada crítica y empática.  Desnaturalicemos y detengamos esta forma de violencia.