Despertar del «patriarcapitalismo»

No se puede despertar de la pesadilla patriarcal sin hacerlo al mismo tiempo de la pesadilla capitalista, del «patriarcapitalismo.»

En estos días, ha quedado de nuevo en evidencia que este sistema, que ha subsistido a costas de la destrucción de la biosfera y la explotación inmisericorde del ser humano, está llegando a sus límites.

El distanciamiento social producto de la pandemia, favorece que muchas personas podamos reflexionar sobre otras posibilidades de actuar económicamente. (Al mismo tiempo que muchísimas otras están poniendo toda su atención en qué van a comer mañana ellas y sus familias).

Hablo de actuar económicamente porque esto, más que del afán enfermizo y compulsivo de lucro del gran capital, depende en última instancia de nuestros hábitos de consumo.

Por ejemplo, de reflexionar sobre principios como la propiedad compartida, las redes de cooperación solidarias, la economía local y regional, el comercio justo, el compromiso social para la igualdad y la sostenibilidad.

Reconsiderando conceptos como financiación, producción, comercialización y consumo, visto como un medio y no como un fin.Y con base en esto, cómo construir formas de vivir alejadas del estrés y el sinsentido propios de la búsqueda del poder y el estatus económico.

En las que haya tiempo para reencontramos a profundidad con nosotr@a mism@s y con nuestro entorno total, y desde allí empezar a construir una sociedad en la que la ilusión de vivir de forma digna y plena deje de ser una utopía.

El origen de la LGBTIQ fobia, es el temor a sí mismo(a)…

Vivimos en una sociedad en la que no hay espacio para las personas LGBTIQ, por causa de una serie de normas impuestas mediante mecanismos coercitivos que exigen que todas las personas seamos heterosexuales; que nuestra identidad de género corresponda a nuestro sexo biológico; monógamas; que fundemos una familia hetero parental y que adecuemos nuestra vida a lo anterior. EL ORIGEN DE LA LGBTIQ FOBIA, ES EL TEMOR A SÍ MISMOQuienes no se ajusten a estas normas se exponen a la crítica, la discriminación, la violencia y en ocasiones a la muerte por parte de quienes les rodean.

¿Pero, será posible que todas las personas quepamos en este restringido perfil? Por supuesto que no. Ya sabemos que la humanidad es diversa sexualmente, entre muchos otros sentidos.

Es muy factible, que la inmensa mayoría de las personas hayan tenido que reprimir y autocensurar una serie de gustos, preferencias, aspiraciones y anhelos con tal de adherirse a este mandato social, que por cierto también está condicionado por la moral religiosa imperante: “el pecado te lleva al fuego eterno del infierno.” Y es muy factible que esta represión haya producido mucho temor, impotencia e incluso dolor.

Y como también sabemos, el desprecio y el odio pueden emerger como sentimientos defensivos ante otros como pueden ser la frustración, la vergüenza, la culpa y el miedo: el miedo a nuestras necesidades y deseos más profundos.

Al trabajar con personas LBGTI fóbicas sobre los derechos humanos de esta población, es muy común ver cómo intentan adecuar sus ideas para que sus sentimientos de cólera y rechazo tengan un fundamento lógico, algún sentido; pero por lo general no lo logran, se trata de ideas frágiles, en ocasiones absurdas, contradictorias o fundamentadas en una fe ciega, acrítica e incuestionable por más irracional que sea. Sabemos que nos educan desde niños(as) para pensar que las personas LGBTIQ son “enfermas, desviadas, inmorales…” ¿pero alcanza esto explicar para la intensidad del cinismo, el odio y el rechazo que se observa con tanta frecuencia? Me parece que no.

Para muchísimas personas, la gente LGBTIQ (que perciben está más allá de la normativa social) es un referente de sus propias prohibiciones, inhibiciones y frustraciones, y ante la imposibilidad de hacer algo, de liberarse de estas incómodas sensaciones, depositan la rabia resultante sobre éstas.

No se quiere decir con esto que todas las personas son en el fondo LGBTIQ; sino que la heterosexualidad obligatoria, tal y como se impone, obstaculiza la posibilidad de asumir la sexualidad y la vida en general de forma más amplia, variada, genuina y satisfactoria.

La LGBTIQ fobia daña profundamente tanto a quien la recibe como a quien la padece. Me parece que tomar en cuenta la existencia de frustraciones profundas contribuye a comprender el despliegue de cinismo, crueldad, indiferencia y cobarde complicidad que se observa en tanta gente a la hora de abordar este tema.

Machismo y homofobia

Masculinidad, machismo y homofobia

Por Dr. Erick Quesada*

Podría definirse al machismo como el conjunto de conductas, normas sociales, formas de pensar y de sentir propias de nuestros sistemas patriarcales, los que a su vez se fundamentan en la concepción de la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer, y en la distribución desigual de poder entre éstos.

En la cultura machista, valores como la agresividad, la actividad, la exploración, la racionalidad y la acción sobre el medio y los recursos naturales se ven exacerbados hacia una agresividad destructiva, la actividad como principio del enriquecimiento y/o el poder sobre otros(as), la explotación de la naturaleza y de otros seres humanos.

Desde hace siglos, los hombres somos socializados para poner en acto nuestra masculinidad con base en estos principios y valores. No por casualidad las estadísticas demuestran el alto riesgo, tanto para nosotros como para otras personas, que esta forma de expresar nuestra identidad de género conlleva: los índices de violencia intrafamiliar contra la mujer, niños(as) y otras personas en el seno familiar, de homicidios y suicidios, de consumo de alcohol, tabaco y otras drogas –sólo para mencionar algunos-, se han disparado en los últimos años.

Por su parte la homofobia, o el miedo, rechazo y desprecio hacia los hombres gais (aunque no debe olvidarse que esta actitud también se dirige hacia mujeres lesbianas (lesbofobia), personas bisexuales (bifobia) y personas transgénero (transfobia)), es el alto precio que estas personas deben pagar por no cumplir con uno de los más importantes mandatos que nuestra sociedad patriarcal deposita sobre el hombre: ser tradicionalmente masculino (macho) y heterosexual.

Actualmente se plantea la posibilidad de cuestionarnos los fundamentos de nuestra identidad masculina para ensayar formas más sanas, asertivas y solidarias de convivencia, tanto con nosotros mismos, como con nuestro entorno total.  Es probable que mientras más nos alejemos, hombres y mujeres, del modelo de masculinidad tradicional y de sus valores, más nos aproximemos a una cultura del respeto hacia el ser humano, sin importar su orientación sexual.

* 8827-6174